El párrafo pertenece al doctor Julio María Sanguinetti y se lee en una columna que, con su firma, se publicó ayer en el diario El País de Madrid. En ese artículo, el ex presidente critica de modo muy fuerte a las autoridades de la Iglesia Católica, introduciéndose en un debate que desde hace más de un mes recorre los medios de comunicación de buena parte del mundo.
La polémica tiene su origen en la llamada “plegaria de los judíos” que los católicos rezan cada viernes santo, cuya versión en latín acaba de ser reformado por el Papa Benedicto XVI. El nuevo texto dice:
“Recemos por los judíos. Que Dios Nuestro Señor ilumine sus corazones para que reconozcan a Jesucristo, Salvador de todos los hombres. Dios, omnipotente y eterno, tú que quieres que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, concede, propicio, que, entrando la plenitud de los pueblos en tu Iglesia, todo Israel sea salvado”.
La Iglesia ha argumentado que esa modificación implica una mejora con respecto al texto anterior, pero la polémica ha continuado. De hecho, en estos días una delegación del Gran Rabinato de Jerusalén visitará el Vaticano para plantear sus preocupaciones. Las comunidades judías denuncian que con esta medida Benedicto XVI provoca un retroceso en las relaciones judeocristianas, poniendo en peligro el diálogo interreligioso y favoreciendo los antiguos prejuicios antijudíos.
En ese contexto, que en Uruguay ha tenido escasos ecos, se inscribe el editorial de Sanguinetti titulado “Católicos, judíos y ciudadanos”.
Estamos con el doctor Julio María Sanguinetti.
ENTREVISTA:Doctor Sanguinetti, ¿por qué usted, un ex presidente, con el peso que eso significa, y además agnóstico, dedica una de sus columnas en un diario de gran difusión como El País de Madrid a cuestionar frontalmente una decisión de la Iglesia Católica?
JULIO MARÍA SANGUINETTI:
Primera cosa, dejemos fuera lo de ex presidente, lo político. Soy un periodista con más de 50 años de ejercicio, he ejercido toda mi vida y lo hago en muchos medios; así como lo hago en El País de Madrid o en La Nación de Buenos Aires, una vez por mes también lo hago en El País de aquí. Es decir, actúo en la vida periodística, en el ejercicio de mi libertad de periodista, más allá de mis consideraciones políticas.
EC - Pero su carácter de ex presidente no es indiferente.
JMS - Podrá no serlo, pero para mí eso no es relevante.
En segundo lugar, lo hago como ciudadano, porque el debate religioso no está reservado a quienes practican una religión, especialmente cuando hace a cuestiones relativas a toda la sociedad. La libertad religiosa, como un capítulo de todas las libertades, el principio de tolerancia, es decir, la necesidad de convivir en la diversidad de opiniones, son elementos cívicos, elementos sustanciales al ejercicio de una democracia tal cual la concebimos modernamente.
Yo no soy indiferente, pese a que no soy creyente, al diálogo judeocatólico o judeocristiano, me parece muy bueno, y era algo que se venía desarrollando, había comenzado con Juan XXIII y se desarrolló mucho con Juan Pablo II. Eso me parecía muy bueno, porque, más allá de las creencias de judíos y cristianos, es bueno que exista un diálogo, una convivencia entre dos religiones que están en la matriz de la civilización occidental. Yo no soy creyente, pero pertenezco a la civilización judeocristiana grecorromana, como pertenecemos todos quienes vivimos en Occidente. Somos eso, somos los hijos de esa confluencia judeocristiana, la concepción humanista definida en las doce tablas de Moisés por el judaísmo y luego retomadas por el cristianismo, y por otro lado el pensamiento racional que deviene de Grecia y Roma. Eso es Occidente. Entonces todos los ciudadanos estamos involucrados en un tema de este tipo porque hace no a la creencia, no al valor de lo que cada uno cree, sino a la convivencia en la sociedad misma.
EC - Según se nos ha explicado desde la Iglesia Católica, la resolución de Benedicto XVI alude solamente al texto en latín de la plegaria de los judíos, que se usa excepcionalmente en unas pocas iglesias. Mientras tanto, la plegaria de los judíos que se usa en Uruguay y en el mundo entero en distintas lenguas desde 1970, no se ha modificado en absoluto y dice lo siguiente –la leo porque es muy diferente de la que usted cuestiona–:
“Oremos por los judíos: que el Señor Dios nuestro, que los eligió primero entre todos los hombres para acoger su palabra, los ayude a progresar siempre en el amor de su nombre y en la fidelidad a su alianza.
Dios omnipotente y eterno, que has dado tus promesas a Abraham y a su descendencia, escucha la súplica de tu Iglesia, para que el pueblo primogénito de tu alianza pueda llegar a la plenitud de la redención”.
¿Usted objeta ese texto?
JMS - Daría para otro debate; lo que importa es este otro texto que se resucita. En cualquier caso, aparece ahora ese texto de la misa en latín, en un momento en que se está resucitando la misa en latín, cuando se está retornando a viejos hábitos, incluso a una vieja liturgia de misa que se había abandonado. En ese contexto de retorno aparece esta plegaria, muy singularizada en los judíos, que mueve a preocupación porque no podemos ignorar de qué estamos hablando. No estamos hablando de un pueblo cualquiera, estamos hablando de un pueblo que ha sido terriblemente perseguido a lo largo de la historia, más que ningún otro de los que hoy existen, y como consecuencia impone una delicadeza en el trato, porque singularizarlo de ese modo es un modo de volverlo a poner en el banquillo, cuando a su vez es notorio que ha sido apostrofado durante siglos por la propia Iglesia Católica.
La Iglesia Católica hizo muchas cosas grandes, a celebrar, y también, como toda institución milenaria, tiene cosas muy tristes para superar, que felizmente ha superado. Pero hay un pasado muy pesado desde ese punto de vista, de descalificación de los judíos y apostrofación de los judíos como deicidas, por haber matado a Dios, a Jesucristo. En mis tiempos de formación católica llegué a oír eso, de modo que lo digo desde mi propia perspectiva personal aquí en Uruguay.
Eso pasó, felizmente, la Iglesia Católica hoy ha asumido una actitud de diálogo, de apertura, que ha sido muy bien bienvenida y muy buena para todas las sociedades, para todos los ciudadanos, aun para aquellos que miramos con respeto a la religión, la consideramos un fenómeno muy trascendente en la vida de las sociedades, y por lo mismo cuidamos que los valores universales, que están más allá de la religión, como la tolerancia, no se violen. Y esto tiene una semilla, una raíz de intolerancia.
EC - La otra puntualización que hace la Iglesia Católica es que lo que acaba de aprobar Benedicto XVI es una reforma al antiguo texto de la plegaria de los judíos que antes era peor. Decía:
“Oremos también por los judíos, para que Dios nuestro Señor quite el velo de sus corazones, y ellos también reconozcan a nuestro Señor Jesucristo. Omnipotente, sempiterno Dios, que ni aun a los judíos excluyes de tu misericordia: oye los ruegos que te hacemos por la obcecación de aquel pueblo; para que, conociendo la luz de tu verdad, que es Cristo, sean liberados de las tinieblas”.
Así decía el texto que ahora reformó Benedicto XVI y que por lo tanto ha sido atenuado en varias de sus aristas más agudas.
JMS - Sí, no son los obcecados, los oscurantistas, los pérfidos, como se decía en la oración vieja; eso está muy bien, pero no es bastante. En todo caso, en una línea que va en progresión hacia el respeto al origen judío de la Iglesia Católica, de reconocimiento de que el propio Jesucristo es una figura histórica del judaísmo y ambas religiones comparten las Sagradas Escrituras del Viejo Testamento, que es un gran monumento de nuestra civilización, que se siga singularizando el tema con los judíos machaconamente, me parece que reinstala un principio de intolerancia que debe señalarse con preocupación.
EC - Usted va más lejos, dice en la nota que al hablar de la salvación de los judíos y de Israel se retorna a “aquellos tiempos en que desde los púlpitos católicos se les condenaba por ‘deicidio’, ‘como asesinos de Jesucristo’”. Y advierte que ese tipo de visiones fue lo que derivó en el Holocausto.
JMS - Eso es un hecho histórico desgraciado que la Iglesia ha tratado de reparar.
EC - ¿La referencia al Holocausto no lleva su análisis a un extremo demasiado delicado?
JMS - Para nada, desgraciadamente es así, porque fue un capítulo esencial del prejuicio contra los judíos. Ese es el tema, desgraciadamente esa prédica de la Iglesia Católica estuvo en la base –no hay historiador que lo niegue– del desarrollo y sostenimiento a lo largo de los siglos del prejuicio contra los judíos en Europa. Ese prejuicio luego derivó en tragedias tan grandes como el Holocausto. Hoy felizmente estamos lejos de todo ello y por eso mismo, en un diálogo religioso que viene progresando, esto es un retroceso. No discuto si muy grande o muy pequeño, entiendo las explicaciones que se hacen, de que es una pequeña cosa, pero ¿por qué retroceder en esto? Tratemos de progresar en esa relación respetuosa, en vez de que la Iglesia Católica se dedique a salvar a los judíos del error poniéndolos otra vez en la posición, ya no del pueblo obcecado, como decía el viejo texto, pero sí de aquellos que necesitan ser salvados. ¿Por qué no salvamos a los musulmanes, por ejemplo, ya que estamos? ¿O no nos salvan a nosotros los no creyentes, que de repente lo precisamos?
EC - A propósito de la alusión al Holocausto, usted cita una pregunta: “¿Dónde estaba Dios?”, una pregunta que el actual Papa se hizo cuando visitó el campo de concentración de Auschwitz. Y usted agrega: “Muchos, con incuestionable lógica, le preguntaron ¿dónde estaba la Iglesia Católica?, silenciosa en momentos en que ocurría una tragedia de la que tenía cabal noticia”.
JMS - Pero eso no lo digo yo, lo leí en el Corriere della Sera, en Le Monde, varios diarios europeos hicieron ese comentario cuando el Papa hizo esa plegaria en Auschwitz. Que también generó una polémica, porque no habló contra el antisemitismo, y en aquel momento se generó una discusión, si se quiere de oportunidad política, más que nada, porque lo que valía era el gesto del Papa de ir a Auschwitz. Yo valoricé más que nada eso, pero mucha gente cuestionó que no hubiera mencionado el antisemitismo; yo creo que el solo hecho de estar allí significaba un alegato. El cuestionamiento fue ese, él dijo: “¿Dónde estaba Dios cuando ocurría esto?”, y otros le dijeron: “¿Y dónde estaba su Iglesia?”.
EC - Ese recuerdo que usted trae puede alimentar interpretaciones. Por ejemplo, ¿usted alude al pasado de Benedicto XVI como integrante de las juventudes hitlerianas?
JMS - Para nada, ni había pensado en eso. Es un Papa que tiene sus características, tiene una gran formación, quizás sea el de mayor formación filosófica y teológica en muchos años. Él estaba detrás del Papa anterior, de tan señalado recuerdo. Es un hombre de gran jerarquía, no lo voy a discutir. Y esas instancias del pasado en Alemania fueron cosas muy desgraciadas para las cuales hay que tener perspectiva histórica. Hace poco lo vivimos también con el escritor Günter Grass, en aquel momento los adolescentes alemanes, en un sistema totalitario, de presión, o integraban esas agrupaciones o esas cosas o sus familias eran perseguidas. No tenían libertad para pensar ni para actuar, de modo que de ninguna manera estoy pensando en ese tipo de cosas, para nada.
Al revés, estoy pensando como ciudadano liberal que soy, como ciudadano respetuoso de todas las religiones; como ciudadano me siento obligado al debate dentro de la civilización occidental, que tiene su raíz judía, cristiana, griega y romana. Son cosas en las cuales debemos participar. En nuestro país a veces tenemos una tendencia a creer que como somos territorialmente pequeños solo tenemos que discutir nuestras pequeñas historias, cuando tenemos que estar también -¿por qué no?- en el debate universal, en el debate de estas ideas que discute el mundo. Esto se está discutiendo en toda Europa desde hace un mes, ¿por qué no nosotros también, desde nuestra perspectiva y desde la perspectiva de un país como Uruguay, que tiene una magnífica historia, porque es un país de raíz católica pero tempranamente secularizado, que tempranamente separó la Iglesia del Estado, comparado con España, donde salió este artículo, ni hablar. Tenemos una magnífica convivencia, que nos permite discutir estas cosas con la libertad, la serenidad y el respeto con que lo hacemos en este momento, sin agravios para nadie, con respeto para todos, pero tratando de defender los principios cardinales de nuestra propia sociedad, de nuestra propia visión del mundo.
EC - En la nota usted sostiene que la plegaria de los judíos “se inscribe en una dirección fundamentalista de peligrosa actitud discriminatoria”, que compara con las posiciones del “fundamentalismo islámico”. ¿No teme que con su visión se divida las aguas de manera muy drástica y las cosas se definan como a favor o en contra de Israel?
JMS - No, al revés; abogo por lo contrario. Digo que veo aparecer algo que discrimina a los judíos, que vuelve a sentar en el banquillo que Israel todo tiene que ser salvado. ¿Por qué Israel y no todos los demás?, ¿por qué no Arabia, por qué no el Islam, por qué no los que no hemos encontrado la fe? ¿Por qué hay que seguir salvando a los judíos, por qué hay que salvar a Israel? La razón es histórica, lo sabemos, el cristianismo nace de una desviación de la matriz judía, Jesús era judío, la virgen María, su madre, murió en Efeso sintiéndose judía, en el barrio judío de Efeso, una magnífica ciudad cuyas ruinas es tan emocionante visitar.
Ese es el tema, ¿por qué seguimos por la circularidad, discutiendo que hay que salvar a Israel y hay que salvar a los judíos, un pueblo que está amenazado hoy? Porque no es histórica la amenaza a los judíos, prejuicios sabemos que existen, y mucho más de lo que habitualmente se dice; por eso mismo tenemos que estar muy atentos. Hay un jefe de Estado, como Ahmadinejad, que propone la extinción de Israel y la desaparición del pueblo judío. En esa línea, de un pueblo que hoy está amenazado en su propia subsistencia por otros estados, por estados poderosos, y por una religión muy poderosa también, ¿cómo no preocuparnos cuando nuestra principal religión, la que está en la matriz de nuestra cultura propone eso?
EC - Del mismo modo que usted formula una crítica tan dura a la Iglesia Católica…
JMS - No es tan duro con la Iglesia; es un episodio, yo no critico o cuestiono a la Iglesia, no digamos más que lo que estamos diciendo. Cuestiono una decisión particular, así como elogio a la vez todo el diálogo judeocristiano que los papas anteriores montaron con muy buena disposición espiritual y con un aplauso de quienes no siendo creyentes lo vemos como una contribución al espíritu de la tolerancia y de la libertad. Yo mismo participé en algún momento en algunas comidas ecuménicas en que había judíos, católicos, protestantes y no creyentes. La Iglesia lo venía haciendo muy bien, lo viene haciendo muy bien. Eso es lo que está en cuestión. En Argentina misma la gente del diálogo judeocristiano se ha dirigido en una nota al Vaticano preocupada, cuestionando esto y pidiendo un cambio. Ese es el tema, yo no cuestiono duramente a la Iglesia, hablo de una Iglesia que viene en una dirección y de repente aparece esto que veo como un retroceso.
EC - ¿Con la misma decisión crítica usted cuestiona decisiones del gobierno de Israel vinculadas, por ejemplo, con la posición con Palestina?
JMS - Ese es otro tema, ahí no estamos en el tema religioso.
EC - No, es cierto.
JMS - Eso es otra cosa, es historia, es política y guerra, no tiene nada que ver con esto. En la religión judía también hay concepciones muy fundamentalistas, profundamente impugnadas dentro del propio Estado de Israel. Todos sabemos que hay sectores religiosos que ni siquiera reconocen al Estado de Israel, lo consideran una suerte de herejía porque según las Sagradas Escrituras tiene que venir el Mesías para conducir el pueblo elegido a su salvación. Para esos sectores, quienes construyeron el Estado de Israel, los sionistas, son gente que está violando el mandato divino. Hay congregaciones enteras dentro mismo de Israel que lo sostienen. Por supuesto que hay también fundamentalistas judíos, desgraciadamente en todas las religiones hay fundamentalistas, o en todas las creencias. También hay fundamentalistas laicos, que son antirreligiosos, cosa que yo no soy; todo lo contrario, respeto a todas las religiones. El hecho de que uno no haya descubierto la fe no quiere decir que no reconozca que la fe existe en la humanidad y es un elemento sustantivo de su propia espiritualidad. Ese es el punto. La política de Israel es muy discutible en un escenario de terrible conflicto y donde a su vez el Estado está amenazado. Pero eso es otra historia.
EC - Durante su primera presidencia usted tuvo una muy buena relación con la Iglesia Católica, recibió al Papa Juan Pablo II en su visita a Uruguay.
JMS - Dos veces.
EC - Y además, en una decisión que generó mucha polémica en un Estado laico como el uruguayo, autorizó que quedara en Bulevar Artigas y Avenida Italia la enorme cruz.
JMS - Yo mismo lo propuse y lo defendí porque creo que es nuestro concepto de laicidad del Estado, nuestro concepto de tolerancia.
EC - La cruz se había montado para la misa campal del Papa.
JMS - Exacto, donada por la Iglesia. Yo lancé la iniciativa en el propio aeropuerto, cuando se iba el Papa, y me imaginé que iba a haber algún debate. Y se dio el debate, a tal punto que la Iglesia le donó a la municipalidad de Montevideo la cruz y la Junta Departamental la rechazó, entendiendo que un objeto religioso de una religión particular no podía ocupar un espacio público.
EC - A partir de aquellos antecedentes, ¿usted entiende que hay diferencias importantes entre Benedicto XVI y Juan Pablo II en materia de tolerancia, que es el tema que enfoca en su columna?
JMS - Yo no podría decir que hay diferencias, porque detrás de Juan Pablo II siempre estuvo Benedicto XVI, de modo que hay que pensar que responden a una misma concepción filosófica y a una misma teología. Lo que ha ocurrido es una serie de pequeños traspiés, si se quiere políticos, en virtud de los cuales a veces se ha expresado de un modo equívoco, como pasó en aquella conferencia que dio en una universidad alemana que generó toda una polvareda. Ha cometido algunos errores de ese tipo y esto se inscribe en esa línea. Es muy bueno discutirlo, debatirlo, con respeto entre todos; supongo que esto estará provocando en la Iglesia una reflexión en lo interno porque muchos diarios muy importantes de Europa lo han hecho, muchos voceros filosóficos y mucha gente activista del diálogo judeocristiano y especialmente judeocatólico. Es bueno que se discutan estas cosas porque hacen a los principios de convivencia y tolerancia que son esenciales.
EC - Usted sabe que el Papa Benedicto XVI ha sido muy controvertido y que hay sectores de la opinión pública mundial y de la propia Iglesia que lo consideran ultraconservador y que entienden que su papado implica un retroceso para la Iglesia Católica. ¿Usted tiene esa opinión?
JMS - No me atrevo a opinar, me parece que hay una cierta continuidad. Hay una gran diferencia de estilos personales.
EC - La pregunta es si su preocupación va más allá del episodio concreto de la oración de los judíos.
JMS - Esto es un retroceso, sin duda; felizmente pequeño, en la misma medida que se dice que no es algo impuesto, que no es algo que se va a leer en todas las misas, que refiere solo a un tipo de liturgia. Pero grande o pequeño, es la supervivencia de un pensamiento que ya no debería existir dentro de la Iglesia.
Comparar dos papas es como comprar dos presidentes o dos jefes de Estado. Son totalmente distintos, este es un teólogo y el anterior era un caudillo, Juan Pablo II era el típico líder, no era un teólogo, no era un filósofo, era un hombre de acción, un hombre de lucha, un hombre que vino del frío, como decía la vieja película, un hombre formado en la Iglesia Católica en medio del comunismo, cosa que sentía profundamente, haber logrado mantener viva su fe en medio de un Estado totalitario que condenaba y perseguía la religión, como fueron los estados marxistas en aquellos años. Son dos figuras totalmente distintas, incomparables desde el punto de vista del liderazgo que ejercen. El tiempo lo dirá. Está claro que Benedicto XVI ha tenido algunos pequeños debates que no debió haber tenido por lo que son errores. Yo veo esto como un retroceso que merece seriedad en el tratamiento, que es lo que hemos tratado de hacer en este artículo.
EC - ¿Ha tenido repercusiones aquí? ¿Lo han llamado? ¿Ha tenido contactos con usted alguna autoridad de la Iglesia Católica?
JMS - No por el momento; tomarán esto con el mismo respeto con que han tomado siempre mis apreciaciones; saben que yo no soy católico, que respeto profundamente a la Iglesia. Sin ir más lejos, el sábado estuve en una misa familiar en la Catedral. Eso se sabe, eso es de las mejores cosas que tiene este país.
Sucesivas reformas de la "plegaria de los judíos"
Fuente: El Espectador