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Detenidos los dos últimos neonazis acusados de una paliza mortal en Verona, Italia



La policía italiana ha detenido a los dos últimos miembros del grupo neonazi acusado de matar a un joven en Verona, el pasado 1 de mayo.

Ellos, y los tres jóvenes que ya habían sido arrestados en los últimos días, todos de unos 20 años, propinaron una paliza mortal a otro de 29, por no haberles dado un cigarrillo. Al parecer, formaban parte de un grupo de hinchas radicales del Verona. Los dos últimos detenidos habían huido a Londres. La Policía los ha detenido al aterrizar en el aeropuerto.

A la conmoción se suma la polémica, alentada por el presidente de la cámara baja, el aliado de Berlusconi Gianfranco Fini, de Alianza Nacional: "El neonazi debe ser detenido, encarcelado, reeducado, sin solidaridad y sin que se minimice su acción", ha dicho, "pero considera que la quema de banderas ocurrida ese mismo día en Turín es mucho más grave, porque ésta estaba políticamente motivada".

"Estoy convencido de que el presidente se ha expresado mal", afirma desde el Partido Demócrata Ermete Realacci, "Él no quería jerarquizar dos hechos que son, los dos, absolutamente graves".

En Turín, activistas de la extrema izquierda y pro-palestinos quemaron banderas israelíes y estadounidenses para protestar por que Israel sea el invitado de honor en la feria literaria de la ciudad que se abre el jueves.

Fuente: EuroNews

Con mezcla de orgullo y nerviosismo, Israel cumple 60 años



Israel cumple 60 años esta semana en medio de un gran orgullo por la supervivencia del país bajo onerosas circunstancias, pero también bajo un incipiente sentido de incertidumbre hacia el futuro.

Estos días los israelíes miran con nostalgia al pasado, especialmente las dificultades y alegrías de los primeros pasos de su pequeño y asediado estado: La televisión transmite fotos de archivo sobre batallas épicas y días pioneros de las granjas colectivas, o kibutzim; las radios transmiten sin cesar música retrospectiva y los CDs más exitosos del momento son de cantantes contemporáneos interpretando melodías favoritas de décadas pasadas.

Esta nostalgia, sin embargo, tiene lugar en momentos de cierto nerviosismo: los israelíes tienen motivos sobrados para enorgullecerse de su pasado, pero no están seguros de lo que deparará el futuro.

"No es un secreto que en nuestro país, el presente no es fenomenal y el futuro asusta siempre, así que si se quiere sentirse bien, es más divertido mirar al pasado e ignorar los problemas", dijo Shaanán Strit, vocalista del grupo hip-hop israelí Hadag Najash, que significa algo así como "pez culebra".

"Es como cuando la gente cumple 60 años", agregó. "Sus familiares le dan una fiesta y muestran diapositivas de cuando era joven y más apuesto".
"La nostalgia existe porque hoy sentimos un vacío, esa es la causa principal", comentó el abogado Eliad Shraga, un oficial en la reserva paracaidista que participó en la guerra del Líbano en 1982 y en la guerra de Israel con las guerrillas de Jezbolá en territorio libanés hace dos años.

"Cuando veo lo que ocurre con mi primer ministro (Ehud Olmert), echo de menos a personas como David Ben-Gurión, Menajem Beguín o Golda Meir, personas que vivieron en pequeños apartamentos y se las apañaron con muy pocos medios materiales", comentó Shraga. "Incluso si no estabas de acuerdo con ellos, sabías que eran personas de gran ética".

"Hoy, la mayoría de los israelíes no creen más en la paz. No fue así cuando el país cumplió 50 años", comentó el historiador Tom Segev.

Fuente: AP

Israel en el índice Nasdaq (por Valentí Puig)



Mucho ha ocurrido desde que Ben Gurion declarara la independencia en Tel Aviv hace sesenta años. Hoy Israel es un Estado moderno con una economía pujante. Valentí Puig se adentra en ese proceso y reflexiona sobre la relación histórica que ha tenido España con Israel.

La visita de Angela Merkel a Israel en marzo pareció ser la botadura de las celebraciones de sesenta años de existencia del Estado judío. El trato protocolario y su intervención ante la Knesset tuvieron rango de Jefe de Estado. Aunque los pensadores posmodernos nieguen la posibilidad de metarrelatos, la grandeza era inexorable en el reencuentro: sesenta y tres años después de la liberación de Auschwitz, la canciller alemana pisaba la tierra que fue nación tras un agitado sueño de siglos y decía: “El Holocausto nos llena de vergüenza a los alemanes”. Seguir las huellas de Adenauer agigantaba el gesto, porque “de los recuerdos tienen que salir palabras, y de las palabras, hechos”. El semanario Der Spiegel recordó que la relación de Merkel con Israel está muy influenciada por sus años de crecimiento y formación en la Alemania Oriental, porque el gobierno comunista negaba de forma categórica el Holocausto y consideraba que los comunistas habían sido las víctimas principales del nazismo. Rescribir la Historia ha sido siempre empeño totalitario porque seis millones de judíos aniquilados importaban menos que preservar la épica jurásico-comunista del contagio ineludible de la realidad histórica.

En la atroz dimensión estadística de la tragedia y el horror incluso contabilizan casos como el de Hannah Arendt y su madre abandonando Alemania sin documentos de viaje, por los bosques, en dirección a Praga, entonces ciudad-refugio de los alemanes huidos del nazismo. Madre e hija cruzan la frontera checoslovaca gracias a una familia cuya casa tenía la puerta principal en tierra alemana y la puerta trasera en territorio checo. Entrar por una puerta y salir por otra: breve laberinto por comparación con los cientos de miles de judíos de la Europa de los pogromos y los guetos, transportados como ganado hasta los campos de concentración en los que los oficiales alemanes se emocionaban escuchando los cuartetos de Beethoven, no lejos de donde Heidegger seguía formulando sus abstrusas verbalizaciones en torno al Ser.

En noviembre de 1947, la votación de la ONU tiene lugar en las afueras de Nueva York. El mandato británico en Palestina se divide en dos Estados, el judío y el árabe, con una zona internacional en Jerusalén. Truman pensaba en el voto judío-americano y una Unión Soviética proárabe también votó afirmativamente, a la espera de que el nuevo Estado desubicase a Gran Bretaña de Oriente Medio. Seis meses más tarde, Ben Gurion proclamó la independencia del Estado de Israel en el museo de arte de Tel Aviv. Aquel nuevo Estado –dice Michel Gurfinkiel en El testamento de Ariel Sharon– sólo era una sucesión de enclaves comunicados entre sí por estrechos corredores, vasto sobre el papel por la extensión baldía del desierto de Neguev, pero lo que importaba era el principio de una soberanía política: después del Holocausto, hacía falta un Estado, no importaba cuál, ni con qué superficie. “Una tierra sin un pueblo para un pueblo sin una tierra”, decía el lema sionista. Con el tiempo y las alineaciones de la Guerra Fría, el conflicto palestino-israelí expande sus concatenaciones por todo el Oriente Medio y, en manos de Arafat, hace de la comunidad palestina una de las peor lideradas del mundo. Con la segunda Intifada, la judeofobia se reafirma en la extrema derecha europea y sobre todo en la izquierda antiamericana y antiglobalización que equipara a Ariel Sharon con Hitler. Geoestratégicamente, es un conflicto de naturaleza reacia a la coexistencia. Al final queda localizada una paradoja muy asimétrica: el hecho democrático del Estado de Israel en choque permanente con el autocratismo del entorno árabe, lo que obliga, al menos periódicamente, a hacer uso del lenguaje de la fuerza dado que no hay otro lenguaje inteligible en la zona.

La retórica de la Liga Árabe perpetúa sus antinomias en cada giro del conflicto porque –como decía Abba Eban– nada ha dividido más al mundo árabe que el intento de unirlo. La presencia de Israel lo ha logrado en apariencia y de forma tan solo episódica. Pocas horas después de la retirada de las tropas británicas en 1948, los países árabes atacan el nuevo Estado. Fue el inicio de una ofensiva fundamentalmente aliviada por los acuerdos de Camp David con Egipto pero con una lacerante intermitencia en el proceso de paz palestino-árabe, hasta llegar a la impotencia actual del primer ministro Abbas –sucesor de Arafat– y el control de Gaza por parte del islamismo radical de Hamás. De los veintidós miembros de la Liga, ninguno puede ser homologado estrictamente como democracia.

La densidad dialéctica del debate sionista sedimentó dos estrategias en confrontación política: el Likud y el MAPAI, que iba a ser el germen de un laborismo hegemónico hasta los años setenta, de modo equiparable a la permanencia del Partido del Congreso en la India o los democristianos en Italia. Al fundar el partido Kadima, Ariel Sharon traza el atajo centrista hacia la pacificación. El enfrentamiento con Hizbolá en el Líbano, en verano de 2006, da un resultado ambivalente y descorazonador en el escenario de una crisis política en la que –según las encuestas– de nuevo asoma el Likud.

Cuando Ben Gurion proclama la independencia del Estado de Israel, el 14 de mayo de 1948, el plan Marshall reconstruía la Europa libre, la división de la India se consumaba y Hideki Tojo, primer ministro japonés durante la Segunda Guerra Mundial, era ejecutado en Tokio. El bloqueo de Berlín en unos meses iba a impulsar la fundación de la OTAN. De aquel Estado igualitario que pretendían los fundadores del sionismo, los sesenta años transcurridos llevan a una sociedad con una economía plenamente liberalizada y reactivada por un proceso intensivo de privatizaciones. Del kibutz a los valles del high tech, Israel ha pasado por mutaciones impensables cuando Ben Gurion tomó la palabra y proclamó la independencia de Israel en Tel Aviv, hasta el punto de que sus empresas están en número significativo en el índice Nasdaq y asociadas con Sillicon Valley. Según algunas encuestas sobre cómo será Israel dentro de otros sesenta años, un cuarenta por ciento piensa que va a ser como ahora, un país sin paz y en tensión con sus vecinos; un 38 por ciento prevé dos Estados coexistiendo en paz; un doce por ciento ve un único Estado binacional con mayoría árabe y un diez por ciento un único Estado binacional con mayoría judía. Del Israel de las granjas colectivistas a la nación postindustrial y metacapitalista, los flujos financieros y tecnológicos interactúan en el mundo global con carácter de protagonista aventajado en la proyección de las telecomunicaciones y deslocalizando sus empresas. El joven ultraortodoxo ha resultado ser un niño prodigio del software. El postsionismo se broncea en las playas de Haifa. El “homo israelicus” de la epopeya sionista anda perdido entre los placas tectónicas de la memoria.

En España, para quienes llevaban largo tiempo deseando la apertura de relaciones con Israel, la espera concluyó en 1986 cuando el gobierno de Felipe González puso fin a una “anomalía histórica”, entre el ingreso de España en lo que hoy es la Unión Europea –entonces CEE– y el referéndum sobre la Alianza Atlántica. Había pasado demasiado tiempo. José Antonio Lisbona contó todo el proceso en el libro España-Israel (2002). En los años treinta, el primer gobierno de la Segunda República manifiesta su posición asertiva ante la creación del Hogar Nacional Judío en Palestina pero, en el momento de la votación de las Naciones Unidas, el régimen de Franco pasaba por la etapa de aislamiento internacional. El servicio exterior español estaba en la labor espinosa de romper aquel bloqueo, con demasiada frecuencia a merced del voto de unos países árabes hostilmente antisionistas. Las vicisitudes fueron de todo orden, hasta acuñarse la fábula de una “tradicional amistad hispano-árabe” que la dictadura de Franco utilizó con persistencia propagandística y en notoria contradicción con la historia de España y sus choques con el islam. El mito sedimentó utilitariamente en el servicio diplomático, más bien proárabe hasta la actualidad.

Al fundarse el Estado de Israel los instintos más exteriorizados del franquismo tienen signo falangista, antisionista y antibritánico. La prensa del régimen equipara sionismo con bolchevismo, aunque es justo recordar que la España de Franco, tan próxima al Eje y tan imbuida de la paranoia ideológica de una conspiración judeomasónica, dio instrucciones a sus consulados de proteger a los sefardíes: numerosos judíos asquenazíes salvaron la vida gracias a España después de la caída de Francia al cruzar los Pirineos y obtener salvoconductos que daban paso hasta Portugal y luego el desembarco en Ellis Island a la vista de América. Fue una política de visados muy explícita y una actuación sistemática en la que intervino con honor la diplomacia española. Con la transición democrática, el proceso no avanzó al ritmo que hubiese sido de esperar porque los viejos demonios atenazaban la derecha y la izquierda dudaba entre el tercermundismo y la complicidad debida con el laborismo israelí. La sombra de Nasser afectaba a ambas posiciones, como conexión arcaica con los caudillajes y la fascinación del mito panárabe. Llegaron luego las jornadas terribles del 11-S en Nueva York y del 11-M en Madrid.

Sigue siendo capital que las torres de David perduren.

Fuente: www.letraslibres.com


Israel recuerda a partir de esta tarde a sus caídos en las guerras



Israel recuerda a partir de esta tarde a 22.437 militares caídos, y civiles muertos en el campo de batalla y actos terroristas desde 1860, cuando los judíos comenzaron a llegar de manera masiva al territorio denominado Palestina, entonces bajo control otomano y que comprendía los actuales Israel, Jordania y los territorios en conflicto.

La jornada de duelo se prolongará mañana durante todo el día, en víspera de que el jueves el Estado de Israel celebre el 60 aniversario de su establecimiento en 1948, conforme al calendario judío.

Con el ulular de las sirenas durante un minuto a partir de las 20.00 hora local (18.00 GMT) comenzará la jornada en recuerdo de los caídos, con un acto frente al Muro de las Lamentaciones de Jerusalén en el que participará el presidente del Estado, Simón Peres.

La ceremonia principal de la jornada tendrá lugar mañana a las 11.00 hora local (9.00 GMT) en el cementerio del Monte Herzl de Jerusalén, en la que participan los máximos mandatarios del país, además de autoridades militares y civiles.

A esa hora, las sirenas volverán a sonar en todo el país durante dos minutos, según una tradición institucionalizada hace décadas.

La mayor parte de los caídos israelíes perdió la vida en siete guerras con sus vecinos árabes a partir de 1948, y dos Intifadas de terroristas árabes.

Fuente: EFE

 
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