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¿Quién libera a los palestinos de Hamás? Editorial de Libertad Digital



Los manifestantes silencian estos crimenes de guerra y, por el contrario, criminalizan unos daños colaterales que sólo tienen de criminal la repugnante utilización que hace Hamás de la población civil como escudo humano.

Al igual que este sábado en varias capitales occidentales, miles de personas se han manifestado este domingo en Madrid contra Israel bajo el cínico lema "Paremos el genocidio en Gaza". A ella han acudido políticos del PSOE, IU, representantes sindicales y, ¡cómo no! conocidos "artistas de la ceja", como Pilar Bardem, Aitana Sánchez Gijón, Verónica Forqué o Juan Diego Botto.

Sin olvidar los jaleos a la intifada, la quema de banderas israelíes o los ataques con piedras a su embajada, esta manifestación, supuestamente pacifista, ha dejado en evidencia toda una hipocresía que, claramente, no hace más que rendir servicio a los terroristas de Hamás que han causado el conflicto.

Para empezar, lo que está haciendo Israel en Gaza no es ningún genocidio, ni siquiera un "proporcionado" ojo por ojo; lo que trata es de neutralizar y acabar con los ataques terroristas de los que viene siendo víctima por parte de Hamás. Lo que ocurre es que esta organización fundamentalista es terrorista hasta cuando se defiende y, lejos de proteger a "su" población civil –tal y como hacen las autoridades israelíes, no sólo con su población–, no duda en exponerla, utilizando la vieja, cobarde y criminal táctica de los "escudos humanos". Al igual que Hizbulá hace dos años, los dirigentes de Hamás instalan deliberadamente sus centros de mando, sus stocks de armas y sus búnkeres en los sótanos de edificios, hospitales, escuelas y mezquitas para que la respuesta militar de Israel, por mucho que trate de evitarlo, cause las mayores víctimas civiles.

Lejos de buscar una "matanza", las autoridades israelíes han permitido corredores humanitarios y han enviado ayuda a la población civil palestina. Asimismo, y en algo sin apenas precedentes en ninguna guerra, unidades del Tsahal han hecho cientos de miles de llamadas telefónicas y sms a los habitantes de Gaza que viven en los edificios y alrededores de los blancos militares. Pese a ello, desgraciadamente, se han producido y se seguirán produciendo daños colaterales; víctimas inocentes, cuya muerte el Estado de Israel nunca ha buscado, pero que Hamás, por el contrario, trata de utilizar propagandisticamente contra los judíos, a los que querría ver, sencillamente, exterminados.

Nuevamente, se hace lamentablemente oportuno aquella máxima de Golda Meyer que decía que "la paz será posible cuando los árabes amen más a sus hijos de lo que nos odian a los judíos". No obstante, hay que insistir que no son los árabes, en general, ni los palestinos, en particular, contra quienes va dirigida la respuesta israelí: son los terroristas de Hamás, que es, según el propio presidente de la Autoridad Palestina, "el principal responsable" de este conflicto.

Si de verdad los manifestantes que han bramado estos días contra Israel, estuvieran de verdad a favor de una paz segura y duradera entre judíos y palestinos, lo que reclamarían es liberar a estos últimos de los terroristas de Hamás. Los peores enemigos de los palestinos son estos dirigentes extremistas y criminales que nunca han querido la paz, que jamás han querido un Estado sino sólo una autocracia que secuestrara a los propios palestinos.

Los que han convocado la manifestación, por su parte, jamás se manifestaron contra los cohetes Qassam y los misiles Grad que Hamás lanzaba y sigue lanzando deliberadamente contra la población civil israelí y que fueron los causantes del conflicto. Los manifestantes silencian estos crimenes de guerra y, por el contrario, criminalizan unos daños colaterales que sólo tienen de criminal la repugnante utilización que hacen los terroristas de la población civil como escudo humano. Tampoco nunca se han manifestado contra las guerras civiles entre palestinos, o contra otras guerras en las que no hayan intervenido Israel o Estados Unidos.

Lo cierto, sin embargo, es que el antisemitismo rampante que, voluntaria o involuntariamente, están inoculando la mayoría de los medios de comunicación con sus sesgadas informaciones, junto al interés del Gobierno por distraer la atención de nuestras crisis domesticas, están sirviendo de carburante a este enorme ejercicio de hipocresía: un repugnante cinismo al que Zapatero ha querido contribuir personalmente este domingo pidiendo sólo a Israel el inmediato alto el fuego.


Objetivo de la operación defensiva: Victoria en Gaza, por GEES



Un objetivo altamente razonable y en apariencia limitado ha resultado ser de una exigencia máxima. Acabar con los disparos de misiles y morteros contra el Sur de Israel representa una métrica de éxito en la operación Plomo Derretido que ha llevado al Gobierno israelí a dar el paso más trascendental en la escalada del conflicto: extender el combate a zona plenamente urbana, a la ciudad de Gaza y a los campamentos de refugiados de su entorno, verdaderas ciudades con décadas de antigüedad. Ese paso, por supuesto, significa también, si se ve coronado por el éxito, completar el espectro de la disuasión israelí, malparada por la experiencia mixta de la llamada Segunda Guerra del Líbano en el verano del 2006. Es un paso difícil y arriesgado. Si no consigue su propósito, el efecto sería el inverso: difundir la idea de que el poder militar de Israel, netamente mejorado desde el 2006, no es capaz de dar cuenta de la tácticas terrorista/guerrilleras de unos adversarios que no sólo no tienen que preocuparse por proteger a su población sino que la sacrifican sistemáticamente como importante baza propia en la guerra propagandística contra el enemigo.

El sábado 10 cayeron 15 cohetes sobre territorio israelí. El número más bajo en las dos semanas de operación densiva. Su valor militar es próximo a cero, su mensaje político es inconfundible: Hamás sigue queriendo la guerra, sigue creyendo que puede ganarla. Su cifra de muertos es su mejor activo. Con el comienzo del combate en áreas urbanas las expectativas de Hamás son que aumente el número de muertos propios, tan rentables en el plano internacional y respecto a los cuales considera tener un aguante ilimitado, y empezar a infligir bajas al enemigo, sin duda en un número muy inferior y solamente a los soldados en el campo de batalla, pero que pronto, espera, rebasarán lo que los israelíes tienen estómago para soportar.

Son dos maneras muy diversas de definir la victoria y ambas considerablemente ambiguas. Ciertamente Hamás se proclamará vencedor en cuanto los israelíes se retiren, sea cual sea el castigo que le hayan propinado, con tal de que quede alguien para empuñar la bandera de la organización. Borrar a Hamás de la faz de la tierra no parece que sea asequible ni que el Estado de Israel se lo haya propuesto. La clave, por tanto, estará en la reacción de los habitantes de la franja. Si sigue contando con su apoyo, sería vuelta a empezar, aunque las condiciones que resulten de la guerra contarán mucho en el cómo, el ritmo y las perspectivas de esa reanudación. No tiene, en absoluto, por qué ser lo mismo.

Para Israel, asumir los riesgos del combate urbano resulta ineludible desde el momento en que todos los disparos contra su territorio se realizan desde zonas densamente pobladas. Aparte de la citada posible y muy deseada ventaja de reverdecer la efectividad de su disuasión frente a las muchas amenazas que se siguen cerniendo sobre el futuro del país, este grave riesgo le proporciona una oportunidad en el fondo mucho más relevante que suprimir los lanzadores de misiles: ir a por las guaridas del aparato político y militar de Hamás, inalcanzables desde el aire. Pero junto al agobiante problema del nivel de bajas, propias y sobre todo ajenas, que Israel no puede soportar indefinidamente, la realidad es que la supresión de la amenaza misilística, en agravación continua con el paso del tiempo, reside en la eliminación del aprovisionamiento de las armas que llegan de Irán, Siria o el Líbano a través del Sinaí, por los doce kilómetros de frontera entre la franja y Egipto, el llamado corredor Philladelphi, agujereado por un millar de túneles, lo cual implica otra expansión de las operaciones israelíes y otra serie de dilemas. Definir lo que es victoria no es, pues, tan sencillo.

Fuente: Libertad Digital

Hamás quiere destruir a Israel, por Clifford D. May


Probemos con esta idea: imagínese que Hamás anunciara que inmediatamente renunciará a lanzar misiles contra Israel, que no habrá ataques de ese tipo en el futuro, y que liberará a Gilad Shalit, el soldado de Israel secuestrado hace más de dos años y medio y al que mantienen incomunicado desde entonces (ni siquiera se permite que la Cruz Roja le visite). ¿Qué sucedería entonces?

Los israelíes moderados ejercerían presión sobre su Gobierno para que hiciera un gesto recíproco: detener los ataques aéreos contra los centros de comando y control de Hamás, sacar a los terroristas palestinos de cárceles israelíes y poner en marcha negociaciones de paz serias.

Pero cualquiera que sepa algo sobre Hamás también sabe que un panorama así es inimaginable. Hamás se creó para luchar y ganar guerras santas, no para buscar la paz y cantar kumbayá con los infieles. Hamás quiere un Estado palestino en el lugar de Israel, no al lado de Israel. Y para Hamás, prevenir la matanza palestina no es una prioridad. Esto no es una calumnia, es un hecho. Como el parlamentario de Hamás Fathi Hamad dijo elocuentemente: "Deseamos la muerte como ustedes desean la vida".

En 2005, los israelíes emprendieron un experimento en la vida real. Pensaron: "Los palestinos tienen una reivindicación: nuestra ocupación de Gaza y Cisjordania, aunque en realidad administramos esos territorios como consecuencia de una guerra puesta en marcha para aniquilarnos. Pero si nuestra presencia provoca violencia, veamos cuáles son los resultados de nuestra ausencia". Ese verano, Israel retiró a cada uno de sus soldados y colonos de Gaza. Pero les dejaron en pie los invernaderos.

Los palestinos podrían haber respondido usando esos invernaderos para cultivar flores para la exportación. Podrían haber construido fábricas, escuelas, hospitales y hoteles a lo largo de sus playas mediterráneas. Si ésa hubiera sido su elección, los israelíes moderados seguramente habrían hecho otras concesiones, por ejemplo, desarraigar a los israelíes de Cisjordania y ofrecer negociar la división de Jerusalén.

En lugar de esto, claro está, los palestinos destrozaron los invernaderos y pusieron a Hamás a cargo de Gaza. Desde entonces, Hamás no ha hecho nada para estimular el desarrollo económico. Sin embargo, sí se ha lamentado de la indigencia creciente de la Gaza desocupada –culpando a Israel de esa indigencia por "tenerla sitiada"– y exigiendo que se le dé ayuda, especialmente Israel, que se la ha dado (al igual que Estados Unidos) incluso cuando los misiles han seguido cayendo.

Ya deberíamos haber entendido que cuando los funcionarios de Hamás juran luchar contra la "ocupación", se están refiriendo a todo territorio en el que los israelíes ahora ejercen la autodeterminación. Osama Hamdan, representante de Hamás en el Líbano, dijo: "Nuestra meta es liberar toda Palestina, desde el río [Jordán] hasta el mar [Mediterráneo]...". De forma similar, Mahmud Zahar, representante de Hamás ha dicho: "No reconocemos al enemigo israelí, ni su derecho a ser nuestro vecino, ni de permanecer, ni su propiedad sobre centímetro alguno de tierra".

Ésta no es una simple postura de negociación de la que pueda salir un compromiso una vez que los diplomáticos gestionen las reuniones. Más bien se trata de una convicción religiosa. El artículo 11 de la Carta Fundacional de Hamás especifica inequívocamente que "la tierra de Palestina es un un Waqf [don] islámico consagrado para futuras generaciones musulmanas hasta el Día del Juicio Final. Nadie puede renunciar a ella o a parte de ella, tampoco abandonarla por completo o parte de ella".

En la opinión de Hamás, un musulmán debe cumplir su deber y luchar la guerra por la destrucción de Israel. Alternativamente, un musulmán puede eludir ese deber. No hay tercera opción.

Probemos con una idea final: imagínese que Hamás alcanza su meta y logra algún día borrar a Israel del mapa. ¿Sería ése el final del conflicto mundial emprendido por los militantes islamistas?

¿O no será más bien que se sentirían llenos de energía y envalentonados los jomeinistas de Irán –los principales benefactores de Hamás–, al-Qaeda, los talibanes, el Lashkar-e-Taiba y grupos similares? Habiendo vencido al "Pequeño Satán", ¿qué probabilidad habría de convencerlos de que dejasen de enfrentarse al "Gran Satán" en la búsqueda del poder y la gloria que creen merecer?

Por el contrario, si Israel puede dar un golpe que inutilice a Hamás, la misión de los yihadistas militantes parecería haber perdido la autorización Divina. Como mi colega, el historiador Michael Ledeen, ha observado: "Nada es más devastador para un movimiento mesiánico que su derrota".

©2009 Scripps Howard News Service
©2009 Traducido por Miryam Lindberg

Clifford D. May, antiguo corresponsal extranjero del New York Times, es el presidente de la Fundación por la Defensa de las Democracias, institución investigadora dedicada al estudio del terrorismo.

Fuente: Libertad Digital

Desproporcionada reacción de los medios contra Israel



Si alguien está usando un arsenal de desproporcionada reacción contra Israel, son los medios de comunicación internacional. Su artillería pesada está masacrando diariamente a todo un pueblo y nación, Israel.

Afirma José I. Rodríguez que la bajeza moral de dichos medios es tan evidente como su anti judaísmo. La aviación mediática de la prensa y los medios internacionales, están promoviendo el racismo, la xenofobia y el antisemitismo contra toda una nación. No se ha visto en la historia, tanta histeria y desproporcionada reacción crítica contra un pueblo.

Estamos absolutamente aterrorizados con las bombas y misiles de la aviación mediática. Cada hora, cada día, cada semana y cada mes, descargan miles y miles de “bombas de racimo” contra las conciencias de millones de personas en el mundo entero. Están sembrando el odio asesino contra los judíos, los israelíes y sus amigos, que por cierto también somos muchos millones. Cada “bomba de racimo” de la mencionada aviación internacional, MICA ( Medios Internacionales de Confrontación Antijudios) está intentando arrasar todo atisbo de equilibrado entendimiento de la situación bélica por la que pasa Israel.

Estamos bajo la descarga de miles de toneladas de tinta, papel y medios audio visuales, que tratan de ahogar la verdad y ocultar la realidad de lo que está pasando. Somos conscientes de que tenemos una lucha contra los poderosos medios de comunicación, que dirigidos por una misma mente mundial, atentan contra el único pueblo, que tiene que defender cada día su legítima existencia.

Además las asociaciones “humanitarias” de todo tipo, lejos de ser ecuánimes con todos los humanos, incluidos los israelíes, se muestran absolutamente parciales y deshumanizados contra los civiles de Israel. ¡Que humanos son con los terroristas y que terroristas son con los humanos israelíes!

Es incomprensible para aquellos que tenemos que levantarnos cada día, para ganar el pan con el sudor de nuestra frente, que la MICA reciba dinero para difamar y promover el odio racista contra Israel. Es inconcebible que bloques de naciones, aporten miles de millones de euros, para seguir manteniendo y justificando el terrorismo internacional con sus ambiguas posturas, que justifican los ataques terroristas contra Israel y que critican con desproporcionada reacción; la proporcionada defensa de los ciudadanos israelíes, por parte de su legítimo y democrático gobierno, por cierto único en la zona.

La lucha es realmente desigual y francamente desproporcionada contra Israel, su gobierno y sus cuidadanos, los cuales están en peligro de ser agredidos e incluso asesinados, por la desproporcionada reacción de los medios de comunicación en general y sus continuos bombardeos mediáticos. Dentro de esos medios, aun se levantan voces y reacciones proporcionadas, pero son pocas comparadas con el resto de aquellas que critican con visceral e injustificado odio a Israel.

Si el ejército de Israel, usara de verdad una desproporcionada reacción contra los terroristas, no quedaría ni un edificio en pie, ni un rastro de vida en más de una franja, dictatorial y terroristamente controlada por los islamistas. Todas las victimas de una guerra son en principio lamentables, se produzcan en uno u en otro lado de la misma, pero cuando esas victimas son usadas como escudos humanos por los terroristas de Hamás, son además de victimas moneda de cambio manchada de sangre, para comprar conciencias antijudías.

La verdadera y proporcionada verdad, es que los terroristas de Hamás disparan sus misiles (sean del alcance que sean) contra población civil sin previo aviso. La verdadera y proporcionada verdad es que el ejercito de Israel, avisa con suficiente tiempo a toda la población (civiles y combatientes terroristas) que va a bombardear una zona u objetivo, que Hamás utiliza como almacén de armas o como guarida.

La verdad es que Israel ha decretado unilateralmente una tregua de tres horas diarias, para que entre más ayuda humanitaria, la cual siempre ha entrado.

La verdad es que Hamás utiliza dicha tregua para atacar al ejército de Israel. La verdad es que Egipto avisó a Hamás de que si continuaban atacando a Israel, estos no les iban a mandar flores. La verdad es que Hamás nunca ha parado de sembrar el terror entre los civiles de Israel y entre sus propios hermanos de Al Fatah y compatriotas palestinos, a los cuales masacró fraternalmente, hace muy poco tiempo.

Podríamos decir muchas más verdades, pero solo una verdaderamente trascendente; Israel tiene un Escudo que por mucho bombardeo mediático que reciban, nadie podrá quitar. La esperanza de Israel, no está en su efectivo ejército exclusivamente, al cual deberían temer y respetar sus enemigos; sino en el Escudo Invisible que les protege contra toda amenaza, real o digital. "Israel, ¡confía en Dios! Él es tu ayuda y tu Escudo. (Salmos 115.9).

Fuente: Periodista Digital

Miles de británicos se manifiestan en apoyo del Estado de Israel



Miles de británicos amigos de Israel y judíos se manifestaron hoy en el centro de Londres para mostrar su apoyo al Estado de Israel en su operación militar de defensa contra los terroristas de Hamas, al tiempo que culparon del conflicto al grupo fundamentalista islámico.

El embajador israelí en Londres, Ron Prosor, aprovechó la oportunidad para pronunciar un discurso donde dijo: "El objetivo básico del pueblo de Israel es que se le permita vivir en paz, sin violencia, sin miedo y sin terrorismo".

"En lugar de transitar por el camino de la paz, Hamás ha llevado a su gente por la calle sin salida de la guerra".

Prosor agradeció la solidaridad con el pueblo de Israel, "cuyas vidas se han visto amenazadas por misiles en los últimos ocho años", y con la IDF (fuerza de defensa israelí), que "arriesgan su vida para proteger nuestro estilo de vida".

El rabino Henry Grunwald, declaró: "Estamos aquí porque creemos en la paz, porque creemos en la vida y queremos paz en la vida", afirmó.

Fuente: EFE

La labor informativa de la prensa, por Samuel Auerbach



El constante bombardeo de la prensa española sobre Israel y su ejército, no ha hecho otra cosa que enardecer gran parte del pueblo español, que, sumado a los tradicionales grupos antijudíos, exige con dureza que Israel detenga sus acciones en Gaza, sin pedir que Hamás detenga las suyas.

Si fue Hamás quien atacó primero, tiene que ser Hamás el primero en cesar el fuego. Eso la prensa lo entiende como lo entendería el menos capaz, pero no lo insinúa, demostrando su tendenciocidad y antisemitismo con que los estimula. Hamás no detiene su fuego en la esperanza de que la prensa antisemita del mundo, con sus fotografías, filmaciones y parcialidad, consiga que fuerzas efectivas se trepen a su tren y los salve de su inminente derrota.

Pero Israel, fiel a la integridad de su país, no detiene su labor hasta ver a sus hijos seguros. El progrom que Hamás proclama en su carta magna, está mal ubicado en el tiempo. Se olvida que el pueblo de Israel, los judíos que hoy allí viven, no son los que se defendían de los azotes con las manos en la cara y torciendo su cuerpo, no son los que iban a la muerte como corderos al matadero. Y si lo olvidaron, el ejército de Israel se los hace recordar en la forma en que los terroristas aprenden sus lecciones.

Israel seguirá sus acciones y mantendrá su operación de defensa militar hasta estar seguro que Hamás no tenga las posibilidades de reanudar sus hostilidades y provocar otra guerra. Lo está consiguiendo: los 200 proyectiles diarios que lanzaban, se redujeron a 30. Y cuando se reduzcan a cero, Israel detendrá su contraataque, sin descuidar los medios y medidas a su alcance para evitar su rearme.

Fuente: La Vanguardia

Israel paga el precio de todo el odio común, por Fiamma Nirenstein (diputada italiana)


Terrorista "disfrazado de civil" en ataque. Seguro engrosará la lista de "víctimas civiles" cuando sea detectado lanzando misiles.
Dice en árabe se trata del comandante Muhammad Salamah Hallas.

Da mucho que pensar el hecho de que el odio contra Israel se haya manifestado desde el sábado de la entrada del ejército en Gaza por tierra. Criticar una guerra es normal, combinar realidad y odio, no. La crítica en tiempo de guerra es normal. Se critica a la India y a Pakistán por el conflicto de Cachemira, se critica a España en lo referente a los vascos, se critica a los chechenos de Rusia y a los ingleses en el período de acusado conflicto con Irlanda. ¿Pero cuál de estos países ha sido objeto alguna vez de acusaciones permanentes de ser un país racista, agresivo, ávido de sangre de niños, Nazi?

Quizá solo Estados Unidos sea perseguido por el estigma permanente. Pero ningún país, excepto Israel, es objeto del odio constante a cuenta del conflicto en el que se encuentra: ningún otro país ve cuestionada su existencia en los debates, ningún otro país ve puesta en duda su legitimidad, ningún otro país ve sus líderes sistemáticamente satanizados, ningún otro país ve a sus soldados tachados de asesinos, ningún otro país ve a sus líderes representados con sangre en los periódicos y televisiones de todo el mundo.

Esto no tiene nada que ver con manifestarse contra la guerra, y tiene todo que ver con la mentira y con el antisionismo que el Presidente Giorgio Napolitano denuncia como forma de antisemitismo oculto. ¿Dónde estaban hace un año?

Desde las operaciones terrestres se multiplican por toda Europa las manifestaciones con pancartas deseando la muerte de Israel, como en Londres; asediando las embajadas de Israel, como en Bélgica; los comentarios como los de Erdogán que, aparentemente fascinado con Ahmadinejad, ha anunciado que Israel está a punto de desaparecer; se adoptan las posiciones de los intelectuales y los periodistas que anuncian someter a Israel a un Tribunal Internacional que no ve denunciados nunca los crímenes de Hamás. Nadie presiona a Hamás para poder salvar al menos a su población en una tregua durante la que no lance misiles. Tampoco se ve con buenos ojos que Mubarak haya sugerido a Sarkozy no detener a Israel: es un paso importante por parte del Egipto moderado que lucha contra el terrorismo. Nadie observa que de las operaciones salió un viaje de Hamás a El Cairo, en contra de las pretensiones iraníes que el pasado noviembre habían hecho que Hamás plantara a Mubarak y Abú Mazén.

La realidad es un simple espectro, la fantasía difusa de una operación feroz e inútil. Y realmente inútil no es: Hamás, un peligro público internacional, pierde terreno y sabemos a estas alturas que busca un medio de acabar con esto sin llamar la atención. Es curioso que aunque Sarkozy había afirmado que la guerra no sirve a los intereses de Abú Mazén, la realidad apunte todo lo contrario. Las operaciones terrestres son rápidas, peligrosas y sinceras en su cuerpo a cuerpo, proporcionan muchas detenciones (que se realizan) y se encuentran frente a frente con el enemigo. En Jenín, donde llevamos a cabo la misma fantasía satanizante y se denunció la masacre de 500 palestinos, Israel pagó con la vida de 24 soldados, frente a 35 palestinos. El sábado por la noche los soldados combatían casa por casa en estancias y galerías que sirven de posiciones armadas y minadas, en la calle bajo fuego de francotirador, en edificios con explosivos accionados a distancia o en emboscadas. Los poblados vecindarios de Hamás y el uso de los civiles dificultan las operaciones. Hamás combate con dureza, bien armado y preparado, aunque se está retirando lentamente.

Israel entero, padres esposas e hijos se ahogan de ansiedad, con misiles cayendo sobre ciudades israelíes y hospitales llenos de heridos. Comienza la tragedia usual entre los jóvenes, los padres que entierran a sus hijos, y emerge el recuerdo de los parientes de los desaparecidos, pero también la determinación de defender a su país y su familia a cualquier precio. Herido en una pierna, el soldado Golani Avi Peleg pide el alta para volver a su unidad. El hermano pequeño de un soldado árabe druso que fue el primero en caer, Yussef Mu'adi, decía llorando “Era un soldado valiente, quería ir con sus Golani. Espero que sea el último en caer”. Yonatan Netanel, con un hijo de 4 meses, llamaba a su esposa momentos antes de morir para decirle “Estoy bien. No te preocupes de nada”. El hermano de Nitai Stern, cadete de 21 años, decía: “Si hubiera sabido lo que le esperaba, me habría ido también”. El sábado por la noche, la división Golani en particular, los israelíes registraron 60 heridos (hasta última hora de la noche) y cinco muertos.

El apoyo de la artillería y de la aviación es peligroso tanto para el enemigo, como en la tragedia de la escuela de la UNRWA, como para el ejército israelí, que ha registrado cuatro muertos por fuego amigo. Se puede ver en las operaciones por tierra lo mucho que los israelíes están dispuestos a arriesgar para poner fin a una situación que llevan ocho años soportando. La piedad, las aspiraciones de paz, por encima de todo, son las responsables de esta guerra cuando uno se enfrenta a un enemigo que representa el terrorismo y la jihad. Lo que sorprende en su lugar es este nuevo giro del libelo de sangre judío, sediento de la propaganda árabe donde antes fueron libros arcaicos.
Estaría bien que esta vez los europeos, entrenados por nuestras propias experiencias, pudiéramos evitarlo.

Fuente: ABC (España)

 
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