Al igual que este sábado en varias capitales occidentales, miles de personas se han manifestado este domingo en Madrid contra Israel bajo el cínico lema "Paremos el genocidio en Gaza". A ella han acudido políticos del PSOE, IU, representantes sindicales y, ¡cómo no! conocidos "artistas de la ceja", como Pilar Bardem, Aitana Sánchez Gijón, Verónica Forqué o Juan Diego Botto.
Sin olvidar los jaleos a la intifada, la quema de banderas israelíes o los ataques con piedras a su embajada, esta manifestación, supuestamente pacifista, ha dejado en evidencia toda una hipocresía que, claramente, no hace más que rendir servicio a los terroristas de Hamás que han causado el conflicto.
Para empezar, lo que está haciendo Israel en Gaza no es ningún genocidio, ni siquiera un "proporcionado" ojo por ojo; lo que trata es de neutralizar y acabar con los ataques terroristas de los que viene siendo víctima por parte de Hamás. Lo que ocurre es que esta organización fundamentalista es terrorista hasta cuando se defiende y, lejos de proteger a "su" población civil –tal y como hacen las autoridades israelíes, no sólo con su población–, no duda en exponerla, utilizando la vieja, cobarde y criminal táctica de los "escudos humanos". Al igual que Hizbulá hace dos años, los dirigentes de Hamás instalan deliberadamente sus centros de mando, sus stocks de armas y sus búnkeres en los sótanos de edificios, hospitales, escuelas y mezquitas para que la respuesta militar de Israel, por mucho que trate de evitarlo, cause las mayores víctimas civiles.
Lejos de buscar una "matanza", las autoridades israelíes han permitido corredores humanitarios y han enviado ayuda a la población civil palestina. Asimismo, y en algo sin apenas precedentes en ninguna guerra, unidades del Tsahal han hecho cientos de miles de llamadas telefónicas y sms a los habitantes de Gaza que viven en los edificios y alrededores de los blancos militares. Pese a ello, desgraciadamente, se han producido y se seguirán produciendo daños colaterales; víctimas inocentes, cuya muerte el Estado de Israel nunca ha buscado, pero que Hamás, por el contrario, trata de utilizar propagandisticamente contra los judíos, a los que querría ver, sencillamente, exterminados.
Nuevamente, se hace lamentablemente oportuno aquella máxima de Golda Meyer que decía que "la paz será posible cuando los árabes amen más a sus hijos de lo que nos odian a los judíos". No obstante, hay que insistir que no son los árabes, en general, ni los palestinos, en particular, contra quienes va dirigida la respuesta israelí: son los terroristas de Hamás, que es, según el propio presidente de la Autoridad Palestina, "el principal responsable" de este conflicto.
Si de verdad los manifestantes que han bramado estos días contra Israel, estuvieran de verdad a favor de una paz segura y duradera entre judíos y palestinos, lo que reclamarían es liberar a estos últimos de los terroristas de Hamás. Los peores enemigos de los palestinos son estos dirigentes extremistas y criminales que nunca han querido la paz, que jamás han querido un Estado sino sólo una autocracia que secuestrara a los propios palestinos.
Los que han convocado la manifestación, por su parte, jamás se manifestaron contra los cohetes Qassam y los misiles Grad que Hamás lanzaba y sigue lanzando deliberadamente contra la población civil israelí y que fueron los causantes del conflicto. Los manifestantes silencian estos crimenes de guerra y, por el contrario, criminalizan unos daños colaterales que sólo tienen de criminal la repugnante utilización que hacen los terroristas de la población civil como escudo humano. Tampoco nunca se han manifestado contra las guerras civiles entre palestinos, o contra otras guerras en las que no hayan intervenido Israel o Estados Unidos.
Lo cierto, sin embargo, es que el antisemitismo rampante que, voluntaria o involuntariamente, están inoculando la mayoría de los medios de comunicación con sus sesgadas informaciones, junto al interés del Gobierno por distraer la atención de nuestras crisis domesticas, están sirviendo de carburante a este enorme ejercicio de hipocresía: un repugnante cinismo al que Zapatero ha querido contribuir personalmente este domingo pidiendo sólo a Israel el inmediato alto el fuego.