Los expedientes en los que se aprobó el ingreso de 68 criminales de guerra nazis fueron quemados en la dirección de Migraciones o donados como papel usado a una asociación de sordomudos, según se descubrió esta semana. Esos expedientes tenían información clave sobre recomendaciones nacionales o internacionales y otros datos para reconstruir la llamada "ruta de las ratas" que funcionó entre Europa y Argentina con el visto bueno del Vaticano para facilitar la llegada de nazis luego de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, se salvaron del fuego las tarjetas de desembarco de los nazis y milagrosamente el expediente que impulsó Perón entre 1946 y 1947 para el ingreso de 30 mil croatas.
Entre esas tarjetas -a las que accedió Clarín en exclusiva- están las de estos jerarcas:
Josef Mengele: "El Angel de la Muerte" ingresó al país con el nombre falso de Gregor Helmut el 20 de junio de 1949 para buscar "trabajo". Lo hizo en el vapor "North King" que provenía del puerto de Génova, en Italia.
Adolf Eichmann: El ideólogo de la "solución final", que provocó el exterminio de 6 millones de judíos durante el Holocausto, entró con un pasaporte italiano falso a nombre de Riccardo Klement el 14 de julio de 1950 en el vapor "Giovanna C". En 1960, el Mossad lo secuestró en San Fernando y lo llevó a Israel donde fue ejecutado. El gobierno del entonces presidente Arturo Frondizi se quejó por la "flagrante violación" a la soberanía nacional.
Erich Priebke: El ex capitán de las "SS" participó en Roma en el asesinato de 335 italianos, el 24 de marzo de 1944 en lo que se conoció como "la masacre de las Fosas Ardeatinas". Llegó con un pasaporte de Letonia bajo el nombre Otto Pappe el 14 de noviembre de 1948 en el vapor "San Giorgio". Se encuentra en Italia cumpliendo una condena a cadena perpetua.
La investigación de Migraciones contiene las tarjetas de desembarque de otros 65 criminales de guerra nazis.
En el mismo armario donde estaba este informe, se encuentra un expediente más viejo, el número 72.513, de 1946, iniciado por la Presidencia en el primer gobierno de Perón. Todo comienza con el pedido de los padres franciscanos croatas para que se les dé una visa a 30 mil croatas perseguidos por "el régimen comunista totalitario" que Tito había implementado en Yugoslavia. "Según información recibida del Vaticano todos los prófugos se encuentran en peligro", dice más adelante. De acuerdo al diario Página 12, finalmente ingresaron más de 7 mil, entre ellos el líder del gobierno croata pronazi, Ante Pavelic.
Como decenas de novelas y películas, algunos artículos periodísticos hablan de la llegada al país de miles de criminales de guerra nazi -incluso se fantaseó con que el propio Adolfo Hitler se ocultó en la Patagonia-, el ex presidente Carlos Menem y su canciller Guido Di Tella crearon la Comisión para el Esclarecimiento de las Actividades Nazis en la Argentina (CEANA), que funcionó entre 1997-2005.
Esta comisión, presidida por Manuel Mora y Araujo y dirigida en lo académico por Ignacio Klich, determinó que ingresaron 180 criminales de guerra nazis. Sin embargo, para el director para América latina del Centro Simón Wiesenthal, Sergio Widder, esa cifra "sólo es un piso". La lista completa puede leerse en el libro "Discriminación y Racismo en América Latina" de Klich y Mario Rapoport.
Por estas dudas, en el 2003, Widder pidió a Migraciones que confirmara la entrada de 68 criminales de guerra nombrados en el libro "La Auténtica Odessa: la fuga nazi a la Argentina de Perón", del periodista Uki Goñi.
El libro también informó de la versión sobre la quema de los expedientes de esos 68 criminales en base a una fuente, pero esta semana la Dirección Nacional de Migraciones lo confirmó oficialmente a Clarín al inventariar los papeles que quedaron del ingreso de criminales de guerra nazis y colaboracionistas de varios países de Europa oriental.
Ante un pedido de este diario, el director de Migraciones, Martín Arias Duval, por orden del ministro del Interior, Florencio Randazzo, y en cumplimiento del decreto del ex presidente Néstor Kirchner de apertura de los archivos sobre los nazis, entregó una copia de esa investigación interna a Clarín.
Allí puede leerse que la depuración de archivos de Migraciones había comenzado por el expediente 14.580 de 1926 con el argumento de la falta de espacio. En 1951 se quemaron los emitidos entre 1946 y 1948 -los de los nazis y el resto de los inmigrantes- y siete años después (luego del gobierno de Perón 1046-1955) se destruyeron los que van hasta el año 1952.
Y en 1970, el brigadier Carlos Rey, que estuvo provisoriamente a cargo de la Presidencia, firmó un decreto para donar los restantes -25 toneladas de papel- a la asociación de sordomudos.
Es decir que, por una ironía de la historia, estos expedientes fueron destruídos, al parecer, por la burocracia y no por una posible conspiración nazi.
Widder y Klich se quejaron a Clarín por la destrucción de esos archivos, pero discreparon sobre si la Argentina de Perón fue una meca para los nazis. Y Widder se lamentó porque la SIDE afirmó no tener los archivos de su antecesora -la División de Informaciones de la Presidencia- que funcionó durante la primera y segunda presidencia de Perón.
"Fuimos un santuario de criminales de guerra"
Luego de la derrota de Alemania en 1945, los criminales nazis y sus cómplices de diversas nacionalidades se dispersaron en busca de un refugio seguro para eludir la Justicia. Nuestro país fue, sin dudas, el santuario que mejor los cobijó. Eichmann, Mengele, Pavelic, Priebke, Kutschmann, Schwammberger, el matrimonio Sakic, constituyen apenas una breve lista de criminales que gozaron de la hospitalidad argentina... Pero como decía quien les abrió las puertas, la única verdad es la realidad. Y la realidad es que todos ellos fueron muy bienvenidos, y que la protección que recibieron excedió largamente el gobierno de Juan Domingo Perón. Que Josef Mengele haya tenido documentos argentinos bajo su verdadero nombre (emitido después de 1955) es un ejemplo inapelable.
Uno de los criminales más buscados de la tierra, responsable del asesinato de centenares de miles de personas, dueño de la vida y de la muerte de los prisioneros que llegaban a Auschwitz, Birkenau vivió tranquilo en suelo argentino con conocimiento de las autoridades.
Afortunadamente, el retorno de la democracia a partir del gobierno de Alfonsín provocó un giro en la política argentina en este terreno. Desde entonces, cuatro criminales nazis fueron extraditados (Schwammberger, Priebke y el matrimonio Sakic) y un quinto falleció durante el trámite de extradición (Kutschmann).
En 1947 Perón recibió a un grupo de colaboradores de los nazis, autorizándolos a crear una Sociedad Argentina de Recepción de Europeos. Eficaz hasta 1949, la SARE actuó como asesora de Migraciones. Según las memorias de Pierre Daye, estudiadas por la CEANA, la SARE ayudó a "salvar a miles de amigos que como yo habían logrado escapar de la condena a muerte". Hitler y Bormann no vinieron al país porque murieron antes de finalizada la guerra. Pero la Argentina acogió a sus equivalentes bielorruso y croata -Radislaw Ostrowski y Ante Pavelic-, sin poder ignorarse ciertas connivencias extranjeras en su llegada. No se sabe que la SARE haya facilitado su arribo, pero la documentación deficiente del segundo ilumina una complicidad local. No sorprende que se diga que la Argentina de Perón, refugio significativo para los criminales de la Segunda Guerra, fue la meca de sus santuarios. Pero para poder comparar debería conocerse cuántos fueron a otros países. Visto el interés de Perón en "alemanes útiles", competimos con los Estados Unidos y Rusia en la búsqueda de cerebros. Si bien algunos de los aquí llegados bajo esa categoría no pertenecían a ella, el grueso de los científicos no fueron criminales de guerra. En cambio, Emile Dewoitine, padre del avión a reacción Pulqui I, fue condenado en Francia por colaborar con los nazis. Ello ilustra que un tema complejo como éste no admite simplificaciones.
Fuente: Clarin