La agencia de seguridad interna israelí Shin Bet está publicando un blog a fin de dar una imagen más juvenil y atraer nuevos reclutas.
El sitio de internet, develado el domingo, presenta a cuatro agentes del Shin Bet que escriben sobre sus vidas y sus empleos en la agencia, conocida sobre todo por sus labores de espionaje, interrogatorios de sospechosos y misiones antiterroristas.
El proyecto es parte de los esfuerzos de la agencia de atraer expertos de tecnología, y los blogueros trabajan para el departamento técnico de la agencia en vez de ser agentes secretos. En el sitio web se les retrata sólo con su silueta y se les identifica sólo por la inicial de su nombre.
Una mujer identificada con la letra “H” describió en el blog su historia como madre en un lugar donde predominan los hombres.
“Un amigo me contó acerca de la posibilidad de trabajar para el Shin Bet. Yo estaba buscando un lugar que me interesara y me ofreciera estabilidad, mientras me dejara tiempo para pasar junto a mi familia”, dijo.
Según la mujer, una de las mayores dificultades radica en la imposibilidad de compartir detalles de su trabajo con su esposo y sus amigos.
En tanto, “Y” un experto en infraestructura, destacó la calidad de vida de los trabajadores del Shin Bet en comparación con aquellos en el área de la alta tecnología. “Casi nunca se trabaja horas extras, a menos que sea realmente necesario”, explicó y aseguró que “rara vez” llega a su casa después de las 18.30.
Además, admitió que, a diferencia del mundo de la alta tecnología, el trabajo en el Shin Bet no otorga la posibilidad de convertirse en millonario, pero destacó la “satisfacción” de ocuparse del desafío de la seguridad del Estado de Israel.
Otro de los bloggers, en un tono más liviano, escribió: “No uso uniforme, la oficina no está bajo tierra y tampoco camino con tapones en los oídos todo el día”.
Según el Shin Bet, los navegantes podrán responder a los posteos y los bloggers escribirán sobre asuntos vinculados con su trabajo sin relevar ningún tipo de información secreta.
Fuente: El Economista
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