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Respetar las reglas del juego , por Alfredo Conde


Dana Sterlinkov debe ser una muchacha joven, pero bien templada. Ganó una medalla de oro, en la categoría cadete, durante la última Copa del Mundo de Esgrima celebrada en Mödling, un lugar que no conozco. Al parecer está en Austria, cerca de Viena. Durante la entrega de su medalla, al contrario de lo que amén de habitual suele ser preceptivo, no sonó el himno de su país. Dicen que no es la primera vez que sucede. Dana es judía y competía por Israel. El que no sonó fue el himno de Israel. Entonces Dana se puso a cantarlo, ella sola, a capela, con un par de razones, cuando menos, y una templanza digna de encomio. Poco a poco se le fueron uniendo sus compañeras de equipo; luego sus familiares. Es de suponer que algún judío más estuviese presente y también se le sumase.

Los autores del disparate de suprimir la interpretación del himno de un país admitido en la competición y ganador de un oro deben estar satisfechos. Satisfechos, pero abochornados. Yo los pondría de cara al encerado, armados de tiza y de paciencia, hasta que escribiesen mil veces "hay que respetar las reglas del juego, todas".

Lo sucedido en Austria es una muestra de intolerancia. O de no aceptación del triunfo ajeno. Quizá los responsables de la medida tomada en Mödling debieran ir pensando, a fin de ahorrarse situaciones tan bochornosas como la vivida, en hacer que en el futuro, los floretes de los esgrimistas judíos, tengan una cuarta menos de largo o, caso contrario, que los del resto tengan una más. Podría cundir el ejemplo y, según cuándo y en dónde, los atletas de Israel deberían correr los cien metros a la pata coja.


 
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