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Esto es desgarrador, por Luis Triviño (ex rector de la Universidad Nacional de Cuyo - Argentina)



“Consternado” y “Desgarrador” son en definitiva adjetvos livianos. Es que la prensa en general y cierta izquierda festiva con amplia cobertura de TV, no ahorró insultos ni agravios: “sanguinarios”, “asesinos”, “días de ira”, “descabellado ataque”, “miles de muertos civiles”, “fuerzas destructivas”…. Creo que emocionalmente frente a las reiteradas e impactantes tomas televisivas de edificios destrozados y camillas con heridos y muertos, no era fácil desprenderse del objetivo comunicacional deliberadamente buscado: convencer al lector o espectador que las tropas israelíes –y subliminalmente, todos los israelíes y todos los judíos en general- fueron y son unos auténticos canallas.

Retiradas las tropas israelíes y proclamada la victoria por parte de los líderes de Hamas, es oportuno recordar algunos antecedentes.

Hace unos pocos años Herzbolá (¡La Milicia de Dios!) cruzó el límite que separa el Líbano de Israel y allí agredió y capturó soldados israelíes, NADIE prestó la mínima queja, por lo que el ejército israelí ingresó a territorio libanés para luchar contra Herzbolá, ya que allí se había instalado. Y pasó lo que ya sabemos: Páginas enteras y largas horas de TV se encargaron de presentar la “invasión de Israel al Líbano” como una guerra sucia, en la que morían cientos de civiles libaneses. Terminado el conflicto, periodistas internacionales independientes pudieron mostrar que las fuerzas israelíes habían centrado sus ataques en las sedes desde donde actuaba Herzbolá, evitando ataques indiscriminados. Israel se retiró derrotado, no por las barbaridades que se le atribuían sino porque no logró su objetivo de vencer o neutralizar a Herzbollá.

Y ahora se repitió la historia, aunque con otros detalles. Hasta diciembre de 2008, abundantes cohetes eran arrojados por Hamas a través de la frontera con Israel contra poblaciones civiles israelíes. NADIE se quejó ni protestó, salvo, obviamente, el propio gobierno israelí, que advirtió que si seguían los ataques, tendría que actuar en defensa de sus habitantes. Incluso hizo al respecto un llamamiento internacional.

En consecuencia –la historia, por reciente, es harto conocida- Israel atacó primero por aire y luego envió a la Franja a sus fuerzas terrestres. Los silencios hasta el día anterior gritaron sus airadas y desgarradoras protestas (con el apoyo de “Quebracho”, naturalmente). Y como en Israel, con todos sus defectos, la democracia funciona, la izquierda israelí –Amós Oz, Abraham Yehoshúa, David Grossman y demás líderes de esa corriente- consideraron imprescindible la acción de Hamas, al tiempo que reclamaban la tregua y la paz urgentes. Postura similar adoptó el movimiento obrero organizado de Israel.

Es necesario, por cierto, que si hubo excesos en la acción militar sean llevados a la justicia, junto con los responsables de Hamas que dispararon los cohetes contra las poblaciones civiles israelíes y que (está la sospecha) cobardemente usaron “escudos humanos” para cubrir sus instrumentos de ataques. De la misma manera que un juicio por los eventuales excesos cometidos en el Líbano, implicará juzgar también a los militares terroristas de Herzbollá que ingresaron al territorio israelí para secuestrar soldados judíos.

Y también es imprescindible (no para justificar lo que pudo haber de punible en ambos procesos) recordar hechos que están todavía por clarificarse y que no han merecido protesta de la prensa ni de la izquierda pro-terrorista: los 800.000 sudaneses sacrificados por los islamitas; la matanza de niños en Sierra Leona; las víctimas de Camboya; la “gloriosa” actuación del gobierno chino en la Plaza de Tianamen (represión, dicho sea de paso, que mereció la aprobación de empresarios occidentales que estaban haciendo negocios en China); la persecución de las autoridades chinas contra el pueblo tibetano; los muertos en Cachemira; las persecuciones contra kurdos y contra armenios; la expulsión de cerca 100.000 palestinos del reino árabe de Kuwait; la destrucción en Argentina (con víctimas fatales judías y no judías) de la Embajada de Israel primero y de la AMIA después; las agresiones a sinagogas, colegios, cementerios judíos en varias partes del mundo, entre las que se destacó la explosión en la sinagoga de Túnez; las auotbombas, dirigidas muchas veces por militares suicidas, en centros poblados de Israel … en fin, la propuesta de Nasser en 1947 de “hechar a todos los judíos al mar”, slogan heredado y reiteradamente proclamado por el terrorismo islámico y sobre todo por el gobierno clerical de Irán por boca de su presidente.

Hubo también otros hechos en busca de paz. El 4 de agosto del año pasado vuelven a la Franja de Gaza dirigentes del Al Fatal para conversar con los dirigentes de Hamas; Israel libera a 200 presos palestinos; Olmert condena públicamente las agresiones de colonos judíos a palestinos en Cisjordania, al tiempo que postula que Israel debe devolver a Siria los Altos del Golán. Y como esos, varios detalles significativos más.

Pero el trasfondo no solo de este ultimo conflicto en Gaza, sino de todas las agresiones que debió soportar Israel desde sus días iniciales está el incumplimiento de lo establecido por la ONU en 1947 –La Partición de Palestina- para que constituyeran un Estado Árabe y un Estado Judío a la finalización del Mandato Británico (cuya parcialidad a favor de los árabes fue mas que manifiesta). No obstante las dificultades, los judíos constituyeron de inmediato su Estado nacional, que fue rápidamente reconocido por Estados Unidos y por la Unión Soviética. La respuesta árabe (en aquel entonces ni se hablaba de palestinos) no fue constituir el suyo, sino invadir a Israel recién constituido: tal fue su Guerra de la Independencia. El mundo árabe, por razones que juzgará la historia, no quiso constituir el Estado Árabe: su propósito no era formalizar un estado (que de hecho implicaba reconocer la existencia del Estado de Israel) sino “Echar a todos los judíos al mar”.

Sucesos posteriores, ligados a victorias obtenidas por Israel en guerras que no buscó, hicieron que una arte del mundo árabe abandonara aquel slogan apocalíptico, y reconociera la existencia del Estado de Israel: se firmaron pactos de paz e intercambio de Embajadas con Egipto y con Jordania. Efectivamente el Estado de Israel se desarrolló como un modelo de industrialización, en un contexto democrático respetuoso de las ideologías y religiones mas diversas.

Tiene, por cierto, Israel que cambiar algunos aspectos de su vida como nación (tema que desarrollé en varios artículos hace tres años por lo que voy a sintetizar). Es un estado formalmente laico, pero con resabios de su antiquísima religiosidad tradicional. Algunos de sus gobernantes han incurrido en actos de corrupción, por lo que están siendo investigados. Sus dirigentes militares han cometido gruesos errores, por lo que sin duda, serán juzgados. El ideal fundacional del “kibbutz” como base de su organización económico-social, esta bastante desdibujado. En fin, nadie afirma que es Israel un país ideal: en varios aspectos merece ser juzgado.

Como esperamos que sean juzgadas las fuerzas terroristas de Hamas, Herzbollá, la Jihdad Islámica y varios otros grupos, que en lo últimos tiempos han demostrado fisuras entre sí y han perdido buena parte del apoyo árabe. Y esperamos que la Autoridad Nacional Palestina –entidad de funciones y límites ambiguos, pero fundamentalmente democrática y pacifista- logre apoyo externo e interno para concretar lo que debió hacerse hace 60 años: constituir el Estado Nacional Palestino.

 
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