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También somos sefardíes, por Alfredo Abián



La opinión pública suele ser zarandeada por quienes juegan tanto con las palabras como con las ideas. Estamos rodeados de agitadores profesionales. Cuando oímos sus voces o padecemos su escritura nos ofenden con verdades irrefutables, exclusivas, absolutas. Sentencias que no toleran dudas ni oposición porque, de lo contrario, activan mecanismos que convierten al discrepante en un enemigo virtual que eliminar. No hay nada más despiadado que la verdad revelada. La guerra abierta entre Israel y Hamas ha aflorado de nuevo estas conductas.

España en general y Catalunya muy en particular tienen el dudoso honor de ser los líderes europeos del antisemitismo. Lo vienen denunciando encuestas, que deberían producirnos inquietud cuando no escalofríos. Somos los más propalestinos y los más antiisraelíes del continente, con diferencia. Encima, la mitad de nuestros escolares de secundaria confiesan no estar dispuestos a trabajar con judíos. Debe ser que España es diferente. A fin de cuentas expulsamos hace más de 500 años a nuestros hermanos sefardíes - poco después hicimos lo propio con los moriscos-;padecimos una larga dictadura proárabe y antijudeo-masónica, y maduramos viendo cómo los jovencitos socialistas de 1975 excluían de su congreso a la delegación de las juventudes laboristas israelíes para aclamar a los cachorros palestinos de George Habash. Eso sí, mientras nuestro diccionario sigue cobijando un concepto tan bastardo como el de judiada, el Gobierno bate récords exportando armamento a Israel.

Contradicciones de una sociedad, cuyo 20% de los varones tenemos marcadores genéticos heredados de nuestros antepasados sefardíes.

Fuente: La Vanguardia (España)

 
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