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Hamas, qué guay, por Roberto Ortega



Qué bien y qué todo los pacifistas sorianos saliendo a la calle para gritar consignas contra Israel. Qué detalle el de los niños de la comunidad musulmana de Soria, con sus pañuelitos palestinos. Seguro que el jeque Yasin, fundador de Hamás, los miraría con ternura desde el paraíso y hasta lograría esbozar una tierna sonrisa, pese a estar (confío) en pedacitos Allá Arriba. A mí desde luego se me atascó el píloro de la emoción. Aún ahora escribo esto con los lagrimales trabajando locamente. Oye.

Y es que esta gente lleva razón. Todos sabemos que Hamás es algo así como una asociación de mujeres de mediana edad, cuyos estatutos señalan que su misión no es otra que difundir por el mundo la calceta y el encaje de bolillos. Que de vez en cuando se les vaya la olla y digan que hay que “echar al mar a los judíos” o “destruir Israel”, pues bueno, son detallitos circunstanciales, sin importancia. ¡Cuánto tiquismiquis hay por ahí!

Hamás es un ejemplo de contención, moderación y prudencia que Israel, siempre tan desproporcionado, debería seguir. Lo mejor sería que el Ejército de Israel lavara el cerebro a varios chavales, los cargara de bombas, los enviara a unos cuantos sitios repletos de civiles (pizzerías, estaciones, autobuses, discotecas) y que se inmolen. Al menos se ahorra una cosa: manifestaciones internacionales. ¿Han visto a algún pacifista abrir la boca por estas cosas?

La democracia es grandiosa, como saben los palestinos. Tan genial que hasta puedes votar a unos terroristas fanáticos, integristas islámicos partidarios de la sharia para que te gobiernen. Pero claro, si haces eso has de asumir las consecuencias porque con tu papeleta avalas a tales santísimos varones. Así que tu elección llama a las sanciones internacionales (¿por qué pudo castigarse a Austria cuando votó al neonazi Heider y parece anatema hacerlo con los palestinos, que apoyan a unos tipos a cuyo lado los etarras son una congregación de carmelitas?), a la guerra civil, y, finalmente, a que te aplasten como un mosquito. Pobres palestinos, carne de cañón de todos: de sus ‘hermanos’ árabes, de sus dirigentes, de Israel, de los pacifistas y hasta de mí mismo. Por lo tanto, sí, por supuesto, ¡viva ‘Palestina’ libre!
Pero, primero, libre de Hamás.

Fuente: El Heraldo de Soria

 
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