Los palestinos sufren las consecuencias de las luchas por el poder regional llevadas a cabo usándolos a ellos como delegados. Israel tampoco es un lugar cómodo. Soporta el oprobio de los Virtuosos del mundo por defenderse del terrorismo pese a que continúa sufriendo ataques terroristas de Hamas y de terroristas apostados en Siria y el Líbano. Los países vecinos también sufren. Egipto fue separado por un muro en su frontera con Gaza; Líbano continúa estando bajo la amenaza de un golpe de Hezbollah facilitado por Irán; Siria va cayendo progresivamente bajo la hegemonía iraní; y Jordania se encuentra atrapada en la paralización general. Otros países árabes buscan soluciones, pero su atención se ve desviada por la amenaza creciente de Irán y la caída de los precios del petróleo. Ante este panorama, deberíamos preguntarnos por qué seguimos defendiendo la "solución de dos Estados", con Israel y "Palestina" viviendo juntos en paz, tal como indica el mantra. La lógica de esta posición ya hace rato que superó su fecha de vencimiento. Empecemos por reconocer que tratar de crear una Autoridad Palestina a partir de la vieja OLP fracasó y que cualquier solución de dos Estados está condenada a abortar. Hamas aniquiló la idea. Deberíamos buscar un enfoque de "tres Estados", en el cual Gaza vuelva a estar bajo control egipcio y Cisjordania, bajo alguna configuración, retorne a la soberanía jordana. "Observadores internacionales" no pueden conseguir lo que hace falta; necesitamos Estados reales con fuerzas de seguridad reales. Esta idea sería impopular en Egipto y Jordania, que siempre han tratado de lavarse las manos respecto del problema palestino. Deberían recibir apoyo financiero y político de la Liga Árabe y de Occidente, como lo han recibido durante años de EE.UU. El Cairo teme al extremismo de Hamas y su afinidad con la Hermandad Musulmana aumentará el riesgo de extremismo en Egipto. Mantener a Gaza políticamente separada de Egipto no hace más que incrementar las amenazas a la estabilidad egipcia, cuya pérdida sería catastrófica para la región. Sin un mayor papel egipcio, Gaza no logrará la estabilidad para un desarrollo económico. El vínculo de Cisjordania con Jordania, al menos por ahora, es menos urgente.
Para los palestinos, admitir el fracaso de la AP y las consecuencias de haber elegido a Hamas, significa aceptar la realidad, por desagradable que sea. La AP -debilitada, corrupta y desacreditada- no es un Estado de acuerdo con ninguna evaluación realista, ni tampoco será aceptada por Israel en tanto Hamas o el terrorismo continúe siendo una fuerza política mayor entre los palestinos. Las objeciones serán numerosas, y la implementación difícil. Para evitar más problemas se debe prescindir de las intrincadas discusiones acerca del estatuto legal de Gaza y Cisjordania. Estos territorios tienen más teorías legales que tierra. Los pueblos palestino e israelí merecen una pequeña glasnot y una perestroika del mundo exterior. O hacemos mejor las cosas, conceptual y operativamente, o Irán estará feliz de llenar el vacío.
Fuente: Clarín (Argentina)