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Obras de arte en busca de dueños



Son obras maestras de artistas de prestigio mundial y todas tienen una historia dramática que contar. Unas fueron robadas por los nazis a sus propietarios muertos, otras expropiadas a judíos o subastadas a la fuerza, con frecuencia muy por debajo de su precio.

Muchas acabaron colgadas en las casas y oficinas de jerarcas del régimen hitleriano o en museos del Tercer Reich.

Más de seis décadas después, el Museo de Israel en Jerusalén recoge hasta el 3 de junio dos exposiciones con decenas de obras de arte expoliadas por los nazis durante la II Guerra Mundial (1939-1945) y que hasta hoy no han regresado todavía a sus dueños originales, en su mayoría desconocidos o muertos.

“Buscando propietarios” es el título de la más destacada de las muestras, que reúne 53 obras de nombres como Paul Cézanne, Claude Monet, Edgar Degas, Henri Matisse o Eugène Delacroix.

Todas ellas fueron secuestradas por los nazis en Francia y han sido prestadas ahora por el Louvre, el Centro Pompidou, el Musée d’Orsay y otros museos del país galo.

Francia lideraba la vanguardia pictórica al comienzo del siglo XX, por lo que su arte se convirtió en botín predilecto de los nazis. Se calcula que las tropas hitlerianas se llevaron a Alemania no menos de 100.000 piezas. Lo que comenzó siendo un robo esporádico, se tornó con el tiempo en un “saqueo organizado”, explica la comisaria de la exposición, Shlomit Steinberg.

Fotografías de la época muestran por ejemplo decenas de obras apiladas en la estación de Austerlitz en París esperando a ser transportadas a Alemania o colgadas, entre otros lugares, en las paredes del castillo de Carinhall, la residencia de verano del comandante de la Luftwaffe Hermann Göring.

Después de la guerra regresaron a Francia unas 60.000 obras y 45.000 de ellas fueron restituidas a sus dueños. De las piezas de mayor valor que por diversos motivos no pudieron llegar a sus manos originales, unas 2.000 fueron repartidas entre los principales museos de Francia, afirmó la ministra de Cultura del país, Christine Albanel, quien viajó a Jerusalén para la inauguración.

Según una portavoz del Museo de Israel, en teoría es posible que los visitantes de la exposición puedan demostrar que alguna de las obras le pertenece a él o su familia, aunque hoy por hoy, pasado tanto tiempo, las probabilidades de que esto ocurra son bastante reducidas.

De muchas obras de pequeño formato faltan todo tipo de informaciones en vista de que, probablemente, soldados se las habrían llevado sin más en sus mochilas de casas de franceses sin alertar a sus oficiales. Es el caso por ejemplo del cuadro “Mujer con turbante”, del siglo XVIII, prestado por el Louvre y del que se desconoce completamente su procedencia.

Por el contrario, el camino seguido por las obras de mayor tamaño está mejor documentado, pues acabaron en las colecciones privadas de jerarcas nazis o en los museos del Tercer Reich. Una alegoría de casi dos metros de alto del pintor barroco Simon Vouet estaba por ejemplo destinada al “Museo del Führer” que Hitler quería erigir en Linz, mientras que “Las Bañistas”, de Gustav Courbet, fueron encontradas en la casa del ministro de Relaciones Exteriores nazi Joachim von Ribbentrop, quien aseguró haber adquirido la pintura legalmente a un galerista parisino.

En la otra exposición que se muestra estos días en Jerusalén, “Arte huérfano”, se incluyen otras 40 obras de arte expoliadas que en las últimas décadas han llegado por diferentes vías al Estado judío y ahora forman parte de los fondos del Museo de Israel.

Para encontrar a los propietarios del cerca del millar de obras expoliadas que todavía custodia, el Museo de Israel colocó ya hace meses un catálogo digital en Internet (www.imj.org.il). La obra más destacada de la colección es “Krumau, arco de casas”, de Egon Schiele, valorada en más de 20 millones de dólares.

En el catálogo aparecen también tres obras del impresionista alemán Max Liebermann, quien lideró el arte de su país durante tres décadas. Por su origen judío, el régimen hitleriano lo incluyó en las listas de “arte degenerado” y sus obras fueron purgadas de los museos públicos alemanes.

El Museo de Israel vivió una auténtica sensación cuando, a finales de la década pasada, se descubrió entre sus fondos una de las obras maestras del impresionismo, “Boulevard Montmartre”, pintada por Camille Pissarro en 1897. Tras el hallazgo, fue reclamada y devuelta a los herederos de su propietario original, un empresario deBreslavia, en la actual Polonia, que murió en un campo de concentración.

Pero todavía queda mucho para cerrar la herida del arte expoliado. Expertos en la materia estiman que en todo el mundo hay entre 250.000 y 600.000 obras robadas por los nazis y todavía en manos de museos, gobiernos y colecciones privadas ajenas a sus dueños legítimos.
En Alemania, Francia, Holanda y otros países europeos, comisiones estatales se encargan de lidiar en disputas de propiedad y decidir sobre la restitución de las obras.


Fuente: La Gaceta ONLINE

 
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