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La polémica en torno a la Shoá, por Hugo Guerra



Buen lector, probablemente usted —como muchos— esté desconcertado por la polémica desatada en estos días en torno al Holocausto, nada menos que 63 años después de terminada la Segunda Guerra Mundial. Pero, por si no le quedan claras las pasiones que alientan esto, vale la pena revisar algunos argumentos:

“Holocausto” viene del griego y significa sacrificio por fuego. El término se aplica al asesinato sistemático ejecutado por el nazismo hitleriano de seis millones de judíos y cinco millones de gentiles, incluidos gitanos, discapacitados, algunos grupos eslavos, comunistas, socialistas, testigos de Jehová, homosexuales, pacientes psiquiátricos y minusválidos. La justificación, demencial en sí misma, fue la “necesidad” de sacrificar a “razas inferiores” a la aria. Los escenarios macabros fueron campos de concentración, como los de Dachau y Auschwitz, donde la “solución final” fue el genocidio masivo en cámaras de gas.

Todas las pruebas históricas demuestran que el horror fue real y allí están no solo los testimonios personales y fotografías ofrecidos por los aliados tras el fin de la guerra en mayo de 1945, sino también la demostración de cómo los soviéticos mantuvieron campos activos hasta 1957.

Después de esa barbarie (entre 1948 y 1951) unos 700 mil judíos emigraron al actual Israel inspirados en su patria histórica, a la cual tienen derecho sagrado. Y el sionismo, corriente política absolutamente respetable, fue inspirador porque postuló la reconstrucción del “Eretz Israel”. Pero eso nada tiene que ver con imaginarios planes de una “dominación mundial de los judíos”. Estupidez argumental tras la cual se mantiene vivo el racismo sucio antisemita.

Ese sentimiento indigno por inhumano es el que inspira a radicales como el obispo integrista católico Richard Williamson —de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X (FSSPX)— que niegan la existencia de las cámaras de gas porque, supuestamente, solo murieron unos 200.000 a 500.000 judíos a manos del nazismo. Contra esa posición nefasta se levantó en estos días la voz sensata de la canciller alemana, Angela Merkel, quien exigió, con buenos resultados, al papa Benedicto XVI que el Vaticano llame al orden al obispo mencionado. Cosa indispensable para no incurrir en los tremendos errores del pasado como cuando el papa Pío XII fue cómplice del nazismo, al no tener el valor de condenar al nazismo.

En cuanto a otros radicalismos, también falta confrontar al régimen iraní que niega el Holocausto y a cada momento hace escarnio de los judíos, a propósito del conflicto palestino (materia, en todo caso opinable pero muy diferente).

De modo, pues, querido lector, que con todo esto no queda sino subrayar que el odio es tan antiguo como el hombre, pero la mentira histórica es inadmisible. Como señaló la ONU en noviembre de 2005, cada 27 de enero —día de la liberación de Auschwitz— el mundo debe recordar la Shoá (la catástrofe en hebreo) u Holocausto, como “el intento metódico y bárbaro de exterminio de un pueblo entero, sin paralelo en la historia de la humanidad”. Usted está invitado a ser parte de esa memoria colectiva.

Fuente: El Comercio (Perú)

 
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