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Hachís libanés para los 'enemigos' en Israel



El titular que mostraba el lunes el diario 'Yediot Aharonot' no podía ser más explícito: "Hizbulá intenta inundar Israel con drogas". "No es un caso de paranoia israelí. Es una guerra indirecta de Hizbulá contra Israel", escribía Alex Fishman, columnista de dicho periódico.

Portavoces de los servicios de seguridad israelíes citados por el medio aducían que sólo en los últimos meses los agentes israelíes han decomisado 50 kilos de heroína procedentes de país árabe cuando en el 2005 sólo se descubrió un kilogramo en todo el año.

"El volumen del tráfico ilegal (de drogas) ha aumentado gradualmente desde el final de la segunda guerra del Líbano (2006) y ahora es mucho más peligroso. No se trata sólo de hachís sino de heroína. Un kilo de opio sin tratar en el Líbano está valorado en 20.000 dólares mientras que la heroína procesada en Israel se cotiza a 100.000 dólares el kilo", se leía en el artículo.

Toda la singular teoría sobre un hipotético plan del movimiento chií para "envenenar a la sociedad israelí" –expresión de Yediot Aharonot- se basaba en el escándalo que se ha suscitado allí tras la detención de un militar de Israel supuestamente vinculado a una red de tráfico de estupefacientes provenientes del Líbano, que también suministraba informaciones a Hizbulá.

Para cualquier conocedor de la realidad libanesa la presente noticia no constituye ninguna sorpresa salvo por la curiosa teoría del "complot" apadrinado por Hizbulá.

En una reciente visita a la aldea de Yamuni, en pleno Valle de la Bekaa, los cultivadores de cannabis admitían abiertamente que su producción estaba destinada a Israel pero no hablaban de "guerras indirectas" sino de simple "ley del mercado" y se retrotraían a la "era dorada" –así la llamaron- de aquel paraje, en la década de los 80.

Entonces los soldados israelíes pululaban por el sur del Líbano y según ellos sus tanques y vehículos blindados "volvían cargados de hachís libanés a su país". "Los judíos siempre fueron nuestros mejores clientes y estaremos muy felices de venderles hachís de nuevo", precisaba Abú Ali (sólo se quiso identificar de esa forma).

El libanés no encontraba ninguna contraindicación entre comerciar con los militares de Israel y la clara afiliación del villorrio a la disciplina de los grupos paramilitares chiíes, cuya mejor expresión era la iconografía dominante en las calles de esta población de 15.000 habitantes. Por allí se multiplicaban las banderas de Amal y Hizbulá, las fotos de Hasan Nasrala (el líder de la última agrupación) y hasta del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad. "Esto es un negocio. El cliente siempre tiene la razón. Si piden pues les damos. La política es otra cosa", sentenciaba con ironía Abu Ali.

En Kfar Kila, en plena línea limítrofe entre el Líbano e Israel, los vecinos de este pueblo aseguran que nadie se sobresalta cuando por las noches unas sombras sospechosas se acercan a la valla que marca la división y lanza al otro lado sacos o paquetes de drogas.

El propio Yediot Aharonot admitía veladamente que "los traficantes libaneses disponen de una preocupante cooperación por parte de sus colegas en el lado israelí, algunos de los cuales son uniformados". El matutino obviaba la referencia a la floreciente mafia de origen ruso que se ha expandido por Israel y que ahora es tan poderosa que dirime sus cuitas internas con cohetes anti tanques o coches bomba.

En realidad, el incremento de la llegada de drogas a Israel podría ser más el resultado del aumento paralelo del cultivo de estos estupefacientes en el Líbano al socaire de la profunda crisis que sufre el país.

Pese a que las autoridades de Beirut habían conseguido eclipsar a mediados de la década de los 90 una producción que alcanzó su cénit durante la guerra civil (1975-1990), el deterioro de la situación política ha permitido a los ¡viejos' caciques de la Bekaa recuperar su lucrativo negocio.

La policía libanesa estimó que en 2007 los cultivos de drogas ocuparon entre 7.000 y 7.500 hectáreas, y admitió su incapacidad para suprimir esta expansión. Cuando los hombres de la unidad antidroga libanesa comandados por el teniente coronel Adel Machmouchi intentaron en septiembre acercarse a Budai -al sur de Yamuni- fueron recibidos con ráfagas de ametralladora y hasta cohetes antiblindados.

El periódico egipcio 'Al Wafd' informaba en diciembre que dentro de su estrategia de 'marketing' los traficantes de hachís libanés han abandonado la denominación del "rojo libanés" que se hizo 'famoso' en los 80 en toda Europa identificando ahora a su 'producto' con nombres de cantantes tan populares del llamado País de los Cedros como "Nancy Ajram" o "Haifa Wahbi".

"El precio de las drogas marroquíes se ha desplomado respecto a 'Ajram' o a 'Wahbi", apuntó con algo de sorna 'Al Wafd'.

Fuente: El Mundo

 
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