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La influencia del yihadismo global en América Latina , por George Chaya*



Funcionarios de inteligencia occidental han revelado su preocupación por el avance islamista en el continente latinoamericano, los informes avanzan específicamente sobre personas de origen pakistaní, afganas e iraníes principalmente en Venezuela, Cuba y Nicaragua, quienes habrían establecido una base de operaciones en América Latina y cuyo centro operacional estaría ubicado en Venezuela. Varios medios de prensa estadounidenses, entre ellos Los Ángeles Times, han informado al respecto afirmando que el Presidente Hugo Chávez Frías ha formado una “alianza estratégica" con Irán y que esta explotación de los nuevos vínculos se extiende a Bolivia como una filial asociada a la alianza venezolana-iraní. Varias han sido las hipótesis -respecto de los fines de estos grupos- que van desde la intención de crear células operativas para secuestrar hombres de negocios de origen judío en América Latina para trasladarlos luego al Oriente Medio, como también que intentarían utilizar a Venezuela como base para infiltrarse en los Estados Unidos con documentación provista por el régimen.

El gobierno del presidente Chávez es el mayor proveedor latinoamericano de petróleo a los Estados Unidos. La región es un socio potencial importante en el desarrollo de combustibles alternativos para Washington, así como su mayor proveedor de “drogas ilegales”. América Latina es también la fuente más importante de inmigrantes a los EE.UU., tanto documentados como no. Todo esto refuerza el interés de EEUU por la región ya sea desde lo estratégico, económico y cultural, por lo tanto, genera también profundas preocupaciones a la administración estadounidense.

El escenario actual muestra claramente una realidad impensada años atrás: la era de los Estados Unidos como potencia influyente en América Latina -si bien no ha terminado- transita uno de sus tiempos más complicados. Los países de la región no sólo han crecido en índices económicos sino que parecen interesados en direccionar sus relaciones continentales hacia una corriente latinoamericanista de unidad –discutible y discutida, pero realista- si observamos la evolución de estas cuestiones en el último decenio. También han ampliado las relaciones con otros Estados y regímenes, entre ellos China, India y desde luego la región del Oriente Medio (Siria e Irán).

Al mismo tiempo, los EE.UU. han centrado su atención también en otros lugares en los últimos años, en particular los retos en el Medio Oriente han sido un tema central para la administración estadounidense. El resultado de ello es una región que en la configuración de su futuro se observa en una dirección cambiante en relación con su pasado. Asimismo y aunque América Latina ha hecho progresos sustanciales, también se enfrenta a retos actuales. La democracia se ha extendido, las economías se han abierto y las poblaciones han crecido. Sin embargo, muchos países han luchado por reducir la pobreza, la desigualdad y la inseguridad con no mucho éxito en estos temas . En lo relativo a la democracia y la lucha contra las drogas, siguen apareciendo aspectos insuficientes. En torno a cuatro áreas críticas: la pobreza, la desigualdad, la seguridad y las migraciones , materias todas que son de interés inmediato para Estados Unidos, los avances han sido inferiores a los esperados.

En relación a esta materia pendiente, un buen ejemplo de ello es el concepto que se tiene desde América Latina en cuanto a como debería desarrollarse una respuesta adecuada al terrorismo, o dicho de otra manera: “como enfrentar la amenaza de violencia que encarna el radicalismo islamista". Cuando me refiero al uso del término “terrorismo islámico” en relación a como se lo recepta en América Latina, sostengo que se manifiesta el primer error conceptual en tal referencia, puesto que ese término es utilizado desde el desconocimiento como un sustituto al radicalismo yihadista militante. Las elites políticas sudamericanas y casi todo el espectro político regional no han comprendido realmente cual es la forma correcta de conceptuar y definir esta materia, es que el enfoque correcto, la base adecuada para formular una estrategia se encuentra muy lejos de la materialización de los gobiernos latinoamericanos en virtud que equivocan generalmente el origen de la problemática cuando intentan abordar el problema del terrorismo islamista, la prueba de ello es la impunidad que aún se mantiene en el atentado más grave y destructivo (85 muertos) ejecutado en el sur del continente, el ataque a la Mutual Israelita de Buenos Aires, Argentina, en julio de 1.994, tan solo dos años después de que en esa misma ciudad de Argentina se ejecutara el primer y brutal ataque también por medio de camión-bomba contra la Embajada de Israel (1.992). Las respuestas de las instituciones y los organismos de seguridad, de control de fronteras y de la justicia, aunque esta última realizo avances investigativos de importancia en los últimos 3 años, aún permanecen en sala de espera.

La escasa comprensión y la forma en que se aborda el problema sobre el fenómeno del terrorismo yihadista por parte de algunos gobiernos latinoamericanos es básicamente incorrecta y ello se debe, definitivamente, al desconocimiento político-regional sobre el fenómeno de la yihad global y por tanto al desconocimiento del problema que da lugar al fenómeno en cuestión.

Los gobiernos latinoamericanos deben reconocer en primer lugar que no pueden volver atrás, aunque deben reexaminar sus políticas en relación a este fenómeno y estar preparados de cara al futuro fortalecidos en sus instituciones democráticas y las leyes. Esta confrontación es una guerra que va a durar décadas. Deberán adoptar la forma correcta para tratar de prevenir atentados de extrema gravedad y saldos horrorosos como la voladura de la Asociación Mutual Israelita Argentina -AMIA- que mencioné anteriormente, o incluso algo peor.

El mayor error de los gobiernos latinoamericanos en esta materia es no reconocer que sus países han sido designados como campo de batalla global, aunque es cierto también, que de momento Latinoamérica no es para la yihad una fábrica que produzca activamente. América Latina no es una fábrica de combatientes yihadistas, por caso, la campaña contra el ejército de Haití no creó una generación de terroristas haitianos. El crecimiento de la pobreza en algunos países latinoamericanos no genera terroristas suicidas El punto negativo y preocupante es que yihadistas provenientes del Oriente Medio, adoctrinados por las madrazzas islamistas puedan extender su influencia en el continente y la región a partir de la “languidez” de sus fronteras y el desconocimiento y la ignorancia sobre estos movimientos -que indudablemente subyace en gobiernos y público latinoamericano mayoritariamente-. Es demasiado escasa sino deficiente la comprensión por parte de políticos y funcionarios de Hispanoamérica en relación a este tema. Por caso, no se tiene en claro que si no fuera Irak, Gaza o Afganistán, sería Somalia, Argelia, Chechenia, Londres o Madrid. Los yihadistas no son una reacción determinada ante un punto de controversia , por el contrario, son una fuerza de combate “ideológico-militar” con una visión del mundo a la que aplican sus estrategias fundadas en la teocracia que sostienen a partir de una severa y perjudicial distorsión del islam.

Que Estados Unidos haya ido a Irak y si ello ha sido o no acertado es otra discusión. Irak no creó yihadismo, todo lo contrario, los yihadistas son la prolongación de la guerra en Irak donde el mundo pudo apreciar sus tácticas y operaciones y más aún: pudo conocer que existían.

El shock generado por la noticia y su difusión acerca de la posible infiltración de yihadistas en América Latina debe ser entendido dentro del marco de una nueva tendencia estratégica. Las elites políticas latinoamericanas , interesadas en preservar sus países de esta problemática deben responder con medidas concretas y políticas adecuadas para proteger sus intereses nacionales y sus ciudadanos dentro del marco institucional legal y con las herramientas que las instituciones democráticas ofrecen, pero para ello debe haber concientización respecto de cual es el problema para luego abordarlo en consecuencia y con éxito.

Los yihadistas son innovadores y no escatiman recursos materiales al momento de avanzar en sus planes. Están tratando de captar y utilizar a personas no-árabes en lugares y países lejanos al mundo árabe. América Latina puede ser el lugar adecuado y de mayor facilidad de lo que les resulta Europa para tales fines, aunque si tenemos en cuenta que los autores identificados de los ataques a los Buses de Londres eran sujetos nacidos en Inglaterra, el balance europeo no ha sido malo para la yihad global. ¿ Por qué seria malo intentarlo en Latinoamérica? cuando existen para ellos gobiernos amigos y los ciudadanos de esa región pueden ser mucho más fácilmente seducidos por cuestiones tanto económicas como políticas mucho más accesibles que las que debieron vencer en Europa para la captación ideológica de combatientes. Se trata de una guerra. Ellos lo saben y están tratando de utilizar todos sus recursos disponibles para desarrollarla y ganarla.

Lo que se debe hacer en contraposición es neutralizar su instrumento más poderoso: “su ideología”. Resultará difícil y no siempre se podrá determinar de qué dirección y de qué manera van a venir. Pero, si se identifica claramente esta ideología y se educa a los ciudadanos y al publico en general se podrá luchar con éxito contra ella, sus recursos se verán aislados y su poder debilitado al punto de hacerlo inoperable.

No hay que olvidar que la matanza de musulmanes <> en Oriente Medio “no” es el principal factor de debilitamiento de la doctrina islamista de Al Qaeda o de otros grupos radicales a los ojos de los islamistas. Contrario a ello, es la propia incapacidad de Al Qaeda para derrotar a los infieles como prometió a sus adherentes y seguidores, y ello es así aunque aún no es muy bien comprendido en América Latina.

En cuanto a la opinión pública del mundo árabe, ella está dividida. Los que apoyan a los yihadistas no han cambiado sus ideas al respecto, pero también hay muchos musulmanes que están criticando las acciones de Bin Laden o los juicios y ejecuciones de disidentes, homosexuales, mujeres y menores de edad en Irán. Y aquellos entre los musulmanes que se oponen a estas cuestiones generan los mayores signos de debilidad ya sea en Al Qaeda como en el régimen de los mullah's iraníes, los daños suelen ser tantos como si se lo enfrentara militarmente.

Muchas personas en América Latina podrían ser consideradas como simpatizantes de la causa del islamismo militante solamente por sus posiciones anti-imperialistas, anti-sionistas y por su envidia -si se quiere hasta pueblerina- a los Estados Unidos y a los países desarrollados de Europa occidental, pero muchas de estas personas no son capaces de dar respuesta en cuanto a la naturaleza de la ideología que apoyan, y esquivan el debate claro imponiendo una visión propia de la realidad de los hechos y las acciones que los yihadistas ejecutan.


No hay que descartar que el radicalismo islamicta logre asentarse y ganar la mente y la voluntad de muchos en América Latina. De hecho, es la preocupación de no pocos colegas latinoamericanos, como muy bien lo ha expresado en sus recientes columnas la periodista venezolana Eleonora Bruzual y otros analistas políticos regionales que han hablado sobre el tema.

Tal vez el islamismo radical tenga éxito en afincarse temporalmente a nivel regional si los gobiernos y la clase política latinoamericana no entiende el problema, pues sin comprender el significado de aquello con lo que debe lidiar no podrá resolver tan importantes asuntos hemisféricos, entonces sí, el radicalismo militante será capaz de evolucionar y así sumará problemas más profundos a los ya existentes en diversas áreas del continente Latinoamericano.

Lo cierto es que Occidente todavía tiene por ganar una guerra de las ideas contra el islamismo militante. La verdadera batalla se encuentra dentro de él, de sus medios de comunica ción , de su opinión pública y principalmente, entre aquellos que niegan el conflicto y los que quieren abordarlo con responsabilidad y seriedad.

No sólo Al Qaeda, los Talibanes, y demás grupos islamistas radicales serán vencidos si se reconoce que hay una ideología violenta y radical que confronta con las libertades y neutraliza el modernismo desde sus fundamentos teocráticos estructurales. Y no se trata de cuestiones de doctrina religiosa o de ataques al islam con bajezas y orquestadas campañas de desprestigio, por el contrario, hay una mayoría de millones de musulmanes en el mundo que no adhiere al islamismo militante y es victima involuntaria de los postulados de aquellos. Por otra parte, aplicada en sus propios países, cada pueblo tiene la libertad de vivir en la manera que desee y sus regímenes la potestad y la obligación de aplicar las políticas y las doctrinas que ofrezcan a sus ciudadanos la mejor forma de vida. Pero cuando esa doctrina y esa ideología confronta la estabilidad y la paz mundial desde dentro y fuera de sus países, es allí cuando se torna peligrosamente violenta y expansionista y se convierte en la ideología a la que hay que derrotar, y para ello, en primer lugar los mejores aliados en esta confrontación son los mismos musulmanes en el Oriente Medio y en segundo lugar la clase política-dirigente en Europa y América Latina, estos actores son de vital importancia, cada uno en sus escenarios locales. A falta de que esto suceda, se tratará de un círculo vicioso y de sucesivas y estériles batallas militares. Una guerra sin final a la vista.

Lo cierto es que muchos colegas, analistas y expertos son renuentes a aceptar la realidad de que el yihadismo es “una ideología y un movimiento”, no pocos focalizaron el problema en diferentes direcciones tratando de explicar el fenómeno lejos de su realidad y raíces históricas.

Tal vez el desconocimiento de la lengua árabe, la falta de experiencia sobre el terreno y de la idiosincrasia y cultura del mundo árabe en general haya sido negativo en los analistas occidentales al momento de abordar comprensivamente esta situación. Muchos de estos intelectuales adoptan y refieren conclusiones ajenas a la esencia del islamismo militante radical, confundiendo a menudo “islam o creyentes musulmanes” con “islamismo y radicalismo”. En el debate político árabe no hay tal cosa. La realidad es simple: más allá de Al Qaeda y todas las organizaciones similares, “el islamismo militante radical es una ideología global llamada yihadismo” y ella no guarda relación con la naturaleza del islam o con los millones de creyentes musulmanes.

Los referentes de grupos radicales, sean sunníes o shi'ies, como Osama Bin Laden, Khaled Meshal, o Mukhtada Al Sadr son sólo personas a quienes la historia les deparó un tiempo de protagonismo dirigencial en sus movimientos políticos y grupos operativos. Pero, la fuerza de la ideología que encarnan los supera y los trascenderá en el devenir de la historia, ellos un día no estarán, pero la ideología seguirá generando y produciendo nuevos líderes en sus respectivos movimientos. Así, Al Qaeda es una organización central para los yihadistas, hay grupos yihadistas en todo el mundo, la mayoría de los cuales ve en Al Qaeda el “gran centro de gravedad de sus ideas”.

En otras palabras, estos grupos satélites, si se quiere, son el producto de una ideología y de una doctrina. Si no se logra comprender esto, no se instrumentarán las políticas democráticas que neutralicen adecuadamente el problema en el futuro.

Metafóricamente, América Latina aún debe librar muchas batallas en varias de sus guerras: la guerra contra el SIDA, la guerra contra las drogas y la guerra contra la pobreza. No estoy hablando de guerra en sentido literal o en relación con el empleo de la fuerza militar. Es cierto que hay preocupaciones a nivel Occidental por la connotación que se le otorga a la palabra guerra en la dialéctica Revolucionaria Bolivariana, recuérdese las amenazas de Hugo Chávez de enviar sus aviones al Palacio Nariño en Bogotá escasos meses atrás, durante la crisis Ecuador-Venezuela-Colombia.

Como sea, en América Latina se debate durante los últimos 40 años -sin muchos avances- sobre grandes temas regionales tales como “liberación o dependencia”. Creo que si se incorpora en la misma forma el debate sobre la infiltración del terrorismo islamista en el continente ello seria un importante avance. Sin un debate claro que dé lugar a la aplicación de políticas firmes en la materia las cosas pueden ponerse mal puesto que se estar#?-*aacute; optando por el camino equivocado.

Sostengo que la implementación de políticas exitosas de contención y neutralización del fenómeno de infiltración en el continente latinoamericano es de imperiosa necesidad pero a la vez, éstas serán posibles si hay concientización en su clase política, sus funcionarios de seguridad gubernamentales y sus ciudadanos en general. Todo ello debe realizarse despojados de cuestiones ideológicas que hacen perder el foco de la problemática.

No es Estados Unidos, tampoco Israel ni son sus propios vecinos con los que compiten en la economía y la industria los que están enviando a los yihadistas a sus países. Lo que hace ello posible es la expansión de la yihad global desde los regímenes radicales del Oriente Medio que encuentran regímenes populistas afines en algunos aspectos y un escenario permeable a ello, y es allí donde se deben focalizar los esfuerzos para neutralizar esta controversia y evitar así nuevos eventos ocasionados por el accionar del terrorismo yihadista de cuyo conocimiento y accionar algunos países sudamericanos ya se han anoticiado penosamente por haberlo padecido en el pasado reciente.

La respuesta al problema no está en apoyar o rechazar intervenciones militares, en acompañar o repudiar una invasión, sino que depende de otros instrumentos del poder institucional para tratar de prevenir las operaciones del radicalismo islamista y su influencia en el mundo. En esta empresa, la dirigencia política de América Latina será fundamental, pues debe unir esfuerzos y transmitir claramente a sus gobernados como trabajarán contra este flagelo. Seguramente contarán con el apoyo de la mayoría de sus conciudadanos.

Aquellos gobiernos, partidos políticos, organizaciones de derechos humanos y fuerzas vivas que no apoyen a sus funcionarios en este escenario, o aquellos dirigentes que no se esfuercen por prevenir estas problemáticas, claramente estarán tomando posición y no serán la solución, serán parte del problema y así deben ser vistos por el mundo.

La dirigencia política que se dé al esfuerzo de trabajar sobre este fenómeno deberá hacerlo con seriedad y sin promesas de victoria de la noche a la mañana. Debería recordarse las palabras del presidente J. F. Kennedy, cuando luego de la crisis de los misiles rusos en Cuba definió la Guerra Fría como “el amanecer del primer día de una larga batalla”. El fin de esa larga guerra fue victoria para Occidente y todos vimos caer el Muro de Berlín en el día y en el momento justo, no antes.

Una estrategia de contención ante la infiltración del radicalismo islamista militante debería tener sentido para los gobiernos latinoamericanos. La naturaleza de la amenaza hace que deba ser instrumentada una política madura y sólida en relación a la materia. Es peligroso cuando se trata con agentes no estatales no disponer de un marco legal de neutralización, es peor ignorar y podría ser catastrófico esquivar la el debate sobre la esencia de una problemática de tal importancia y relativa a la seguridad continental.

Los yihadistas no disponen de una gran fuerza militar, no tienen tanques, submarinos, ni fuerzas de aire y es de esperar que no dispongan un día de armas nucleares. Así, cuando refiero a una estrategia de contención, no significa una estrategia de contención que limite las libertades individuales de los ciudadanos de los países latinoamericanos ni afecte sus derechos en general. No se necesita la aplicación del estado de sitio por doquier ni un nuevo Tratado de Asistencia Reciproca (TIAR) como el que se dispone en América Latina. Lo que sí hay que hacer, es pensar muy cuidadosamente el camino a tomar y los medios con los cuales impedir que los islamistas radicales puedan aumentar su influencia dentro de los países sudamericanos y sus sociedades como lo intentan a través de la violencia extrema en países del Oriente Medio.

No creo que exista una solución única e individual. Lo que pueda ser útil a Colombia, no seria tal vez de utilidad a Brasil, lo que genere seguridad en Argentina probablemente no vaya en consonancia con Bolivia, Perú, Ecuador o Chile.

Seguramente en el futuro y a largo plazo los islamistas serán vencidos. La yihad global no ganará. Pero no se debe demorar la aplicación de las medidas con las que se asegure que no obtengan la victoria.

Como sea, la derrota y el principio del fin de los yihadistas a nivel global habrá de tener lugar cuando los pueblos del mundo árabe rechacen con claridad y decisión a personas como Osama Bin Laden, Ayman Zawahiri y otros. Y en la misma medida que descarte la ideología y la doctrina que ellos encarnan en su mentalidad militarizada y radical.

Creo que hay analogías que pueden extraerse en este caso con “la Guerra Fría”. La ex Unión Soviética perdió esa Guerra en gran parte a causa de la falta de desarrollo interno dentro de la Unión Soviética. El pueblo ruso fue quien ganó la Guerra Fría. No fue Ronald Reagan en persona quien ganó solo esa guerra, fueron los disidentes de la ex Unión Soviética y los disidentes de Europa oriental. Fue también el Papa Juan Pablo II quien colaboró en esa derrota del comunismo soviético, todas esas personas demostraron que el sistema soviético no tenía ninguna legitimidad y no podía prosperar. Y eso fue decisivo, la dictadura soviética implosionó y se desmoronó junto al indecente Muro de Berlín.

En el caso latinoamericano, todos los esfuerzos para hacer frente a los desafíos que plantea la infiltración islamista deben ser realizados en coordinación con las instituciones multilaterales, organizaciones de la sociedad civil, gobiernos y líderes locales. Al centrarse en áreas de interés mutuo, América Latina puede desarrollar una asociación que apoye las iniciativas regionales y de sus propios países en el progreso y la seguridad. Esta asociación también debe promover los objetivos regionales y fomentar la estabilidad, la prosperidad, la seguridad y la democracia en todo el hemisferio.

*George Chaya es periodista, docente y analista político Internacional de origen libanés especializado en Oriente Medio.

Fuente: Safe Democracy Foundation

 
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