Einstein solía repetir una frase cuyo concepto es muy antiguo y fue pronunciada por muchos pensadores con diversas palabras y en distintas épocas: “La vida se vuelve peligrosa no tanto por las personas que hacen el mal, sino por aquellas que se sientan a ver lo que pasa”. La idea podría también parafrasearse o, mejor aún, ser pasible de un añadido: “La vida se vuelve peligrosa no tanto por aquellos que hacen el mal, sino por los que se echan a ver lo que pasa, por los inocentes que asienten como un todo a lo que existe en la superficie y por los que consumen la primera información o la masiva como si fuera la única y verdadera”.
Y mucho de esto hay en torno de lo que se dice respecto de Israel y su incursión sobre la Franja de Gaza. Todos conocen las circunstancias del Medio Oriente. Una buena parte de los medios de comunicación, líderes y ciudadanos del mundo se han manifestado en contra de la acción israelí.
Las razones de este pronunciamiento son variadas, pero en opinión del autor de esta reflexión no existe estricta justicia en torno del mismo.
Desde luego que la pérdida de la vida humana es una desgracia, es algo no querido, pero circunscribir la acción israelí a una superficial condena sin analizar el fondo de la cuestión supone, por parte de algunos, un interés ideológico; por parte de otros un interés económico y por la gran masa del mundo, mal informada por diversos medios en donde pulula a veces un disimulado antisemitismo (cuando no notorio), un desconocimiento absoluto de ciertas circunstancias.
Sin entrar a considerar cuestiones delicadas, profundas, que merecerían el tratamiento en un extenso ensayo de orden político y metafísico (religioso), es menester considerar la cuestión de estos días en el Medio Oriente, en tan breve espacio, a partir de unas simples preguntas y sus respectivas respuestas.
La primera de ellas: ¿por qué Israel atacó objetivos específicos sobre la Franja de Gaza? Porque desde hace años el terrorismo de Hamas viene lanzando cada día, cada hora, cientos de cohetes sobre poblados israelíes sin que los líderes del mundo (los mismos que hoy reclaman un cese del fuego) se preocuparan en poner fin al ataque permanente terrorista.
Porque a lo largo de estos años, como ocurrió en el sur del Líbano con Hezbolá, el terrorismo a los ojos del mundo ha construido centenares de túneles por los que se pasan pertrechos bélicos usados para atacar al pueblo judío y no judío de Israel.
Porque a lo largo de más de ocho años los actos terroristas (bombas humanas, por ejemplo) se sucedieron en toda la extensión de Israel sin solución de continuidad, matándose a niños, mujeres, ancianos, sin que ello mereciera la especial atención del mundo.
Porque la vida en muchas poblaciones israelíes transcurre, en muchísimas ocasiones, no en el hogar, sino en los refugios subterráneos y el ansiolítico o antidepresivo es la píldora de cada día. De esto no se habla mucho, diríase que nada.
La atención mundial, por ejemplo, tampoco enfoca el reclutamiento de los cientos de niños (¡cientos de niños!) por parte del terrorismo con el abyecto fin de hacer saltar por los aires a civiles inocentes y a las mismas criaturas, a las que se las embauca con el honor de ver el rostro de Dios al inmolarse por la causa.
Pero de esto poco o nada han dicho los defensores de los derechos humanos del mundo.
Tampoco se ha expresaso que se advirtió al terrorismo que como era intolerable que se prosiguiera lanzando cohetes días tras día y año tras año, habría acciones si se persistía, por lo cual debía el terror evacuar a la población civil. No se ha dicho a la opinión mundial que lejos de evacuar a los civiles, se los dejó como suerte de escudos humanos.
Si bien la autoridad palestina (enfrentada a Hamas) ha condenado la acción israelí, la crítica mundial acalló bastante bien lo que acaba de expresar hace pocas horas el mismísimo presidente palestino, Mahmud Abbas (diario El Mundo, de España): "Les dijimos (a los líderes de Hamas), por favor alarguen la tregua, dejen de disparar cohetes. Se podía evitar lo que ha sucedido".
Así es, se podía evitar todo esto, dijo la autoridad palestina; pero ¿por qué no se evitó?: porque al terrorismo no le importa, en absoluto, la pérdida de vida humana (sea ésta de cualquier raza o credo), ni la paz. Sabían muy bien cuál sería la reacción de un pueblo harto de recibir cohetes tras cohete desde hace tiempo, pero lo mismo siguieron lanzándolos porque el negocio del terrorismo es el fomento de la muerte.
Se ha dicho que Israel no permite el paso de alimentos y medicamentos. Esto es desconocer la realidad por falta de información. Pero muchos saben que en el término de pocas horas, exactamente ocho horas, atravesaron el paso de Kerem Shalom no menos de 68 camiones con medicamentos y alimentos provenientes de Jordania, contribuciones de Egipto y otros países, destinado a los palestinos, pero nada de esto se ha contado.
No se recuerda debidamente, por ejemplo, que Israel pudo sellar acuerdos de paz permanentes con Egipto, con Jordanía y otros países árabes. Acuerdos que han beneficiado de tal modo a todas las partes, que hay programas de intercambio que favorecen a millones de personas: árabes, judíos, cristianos, etcétera. Los cultores palestinos del terror (que no es todo el pueblo palestino, naturalmente), como ese otro virus terrorista apoyado por los regímenes alienados y conocidos de la región, no prevén en sus planes apostar a la vida y al desarrollo.
De ningún modo, pero esto algunos lo callan. ¿Y por qué no se cuentan tales cosas?
Por diversas razones, a saber: por un antisemitismo que va en auge en todo el mundo; una complacencia ideológica de ciertos intelectuales con la corriente de pensamiento ultra radical islámica y anti occidental (ultra radical islámica no es lo mismo que decir todo el islam); un interés económico al que poco le interesa la paz, y una cuestión mucho más profunda (religiosa), que no es del caso tratar ahora, y que involucra a los judíos, a los cristianos y a todos los hombres de buena voluntad que desean un orden en paz y justicia.
Y en este último aspecto, sólo de paso debe decirse, que si el mal doblegara al primer pueblo de Dios, inmediatamente le seguirían los demás pueblos del mismo Dios, como los cristianos y todos los hombres de buena voluntad aun cuando no sean creyentes (de eso no caben dudas y hay testimonios).
Por último, imagínese el lector la ciudad de Rosario asediada durante años, día y noche, por cohetes; imagine el lector la vida angustiante y llena de temor por el destino de un hijo que, de ser humano, puede pasar, de un instante a otro, a ser no más que una pila de huesos, sólo porque a un grupo de alienados no le agradan los rosarinos o porque no quiere a la ciudad enclavada donde está.
Hamas sigue lanzando cohetes y a Israel no le quedará más remedio que apelar a lo que no quisiera: invadir la Franja de Gaza por tierra con el costo de vidas que eso significará para todos. Eso es lo que busca, sin ninguna duda, el terrorismo (el mal encarnado), pero como corresponde a cierta cultura antisemita, antijudía y enseguida nomás anticristiana, Satanás será Israel.
Fuente: La Capital (Rosario - Argentina)