Los autores de las misivas solicitan que estas sean introducidas en el Muro de los Lamentos o Kotel, ubicado en lo que fuera el histórico Templo y que es el lugar más sagrado para los judíos.
El propósito es que una vez en el muro, los mensajes puedan llegar a Dios.
Los empleados postales se esmeran por cumplir los deseos de los remitentes en la medida de sus posibilidades, dejando las cartas en el tradicional muro.
Fuente: EFE