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Manipulación informativa: Las dos guerras de Oriente Medio (Por José Luis López Valenciano)

Cuando se trata de recibir informaciones y noticias referidas al conflicto de Oriente Medio, el lector debe reparar en la permanente manipulación mediática y de la opinión pública en contra de Israel. Ejemplos no faltan. La guerra mediática contra Israel se prueba en la falsificación de informaciones, como el manipulado caso de Mohamed Al-Dura, en la imagen.



Sorprende, o al menos debería sorprender si no estuviéramos tan acostumbrados ya, leer noticias, bien sazonadas de fotografías, sobre el “malvadísimo” estado de Israel. Y digo sorprende, porque cualquier análisis del conflicto árabe-israelí con un mínimo de rigor muestra bien a las claras quienes son los verdaderos agresores y la posición de inferioridad numérica en la que se encuentra Israel. Se olvida que Israel es el único país plenamente democrático de la zona y que se encuentra rodeado de países, en su mayoría, hostiles.

Sólo dos países árabes han reconocido a Israel: Egipto en 1977, lo que le costó la vida a Anwar Sadat, y Jordania en 1994. Irán no sólo no lo reconoce, sino que además le niega el derecho a la existencia, igual que hace Hamas. La existencia del Estado judío ha estado amenazada desde el día de su creación, no por amenazas imaginarias, sino por ataques tangibles y organizados, siendo no sólo los palestinos, sino coaliciones de los países árabes de la zona, los instigadores de los mismos. Sólo una buena organización y el hecho de saber que, si pierden una sola guerra, no tendrán lugar a donde ir, ha dotado a los israelíes de la energía necesaria para sobrevivir.

En buena parte de Occidente se encuentra instalada una mentalidad incomprensiblemente pro-palestina, que lleva prácticamente a la “santificación” de personajes como Yaser Arafat, qué si bien acabó reconociendo al estado de Israel, no hay que olvidar que, al crear la OLP, su principal objetivo era la de expulsar a los judíos hasta el mar; y para lograrlo no dudó en utilizar todos los medios a su alcance, es decir, terrorismo puro y duro.

Los medios tienen una gran parte de culpa en la imagen diabólica que ha sido generada. La información poco fiable, cuando no la mera manipulación informativa, han producido a los terroristas unos réditos en concepto de simpatías internacionales difíciles de superar. Es más, no se considera necesario verificar una noticia o la fiabilidad de las fuentes si se trata de una noticia que coloca a Israel como atacante. Rectificarla públicamente si se demuestra que es producto de un montaje, es algo que sólo acontece raramente y sin publicidad.

Ejemplos hay muchos y sangrantes.

Cuando Robert Fisk acusó a Israel de haber empleado bombas de uranio en la última guerra del Líbano, expertos de la ONU y de la Organización Internacional de la Energía Atómica demostraron lo contrario. Aún así, no se retractó de sus palabras.

Una imagen que ha quedado grabada en la retina colectiva es la del niño Mohamed Al-Dura, supuestamente atrapado con su padre en un fuego cruzado en Gaza entre el ejército israelí y milicias palestinas. Hay serias razones para dudar de la autenticidad del video. France 2 se negó durante años a mostrar los 27 minutos de metraje de la película, y cuando lo hizo por la presión de los medios, los periodistas que lo visionaron hablaron de la existencia de cortes y vacíos. Por otro lado, nunca se ve el momento de la muerte del muchacho ni su agonía. Por si fuera poco, el corresponsal de France 2 que firmaba la noticia y culpaba rápidamente al ejército israelí de esa muerte, ni siquiera estuvo presente cuando se realizó la filmación. Todo un ejemplo de integridad y veracidad periodística, ¿no es así?

Otro ejemplo que alcanzó gran repercusión internacional fue la supuesta masacre de una familia Palestina en una playa de Gaza en junio de 2006. Se acusó a la marina israelí de haber bombardeado a los civiles. Más tarde fue comprobado que la explosión fue previa a dicho ataque y fue debida a una mina enterrada en la playa por los propios palestinos. Ni que decir tiene, que la versión que todavía circula más entre la gente es la inicial y muchos escuchan con incredulidad la realidad.

Un extremo que raramente se menciona es el uso como escudos humanos que grupos como Hezbolá o Hamas hacen de la población civil. Atacar desde colegios, mezquitas o zonas urbanas pobladas es una estrategia habitual y, francamente, una canallada. Luego acusan a los israelíes de ser unos animales sedientos de sangre que no dudan en asesinar a civiles, cuando en realidad, los primeros en poner en peligro a su población, son los terroristas.

También es habitual “embellecer” lugares donde se han producido ataques israelíes con la colocación de objetos que añaden patetismo a la escena (como una muñeca o un osito de peluche, nuevos e intactos en las ruinas de un edificio destruido).

Es triste que los propios periodistas y fotógrafos que trabajan en Oriente Medio ya asumen que hay algo de teatralidad e incluso manipulación. Son llevados y “escoltados” por los terroristas a donde les interesa y les muestra sólo aquello que desean que vean. No hay una verdadera libertad de información. Aquel periodista que dé informaciones que se aparten de la línea pro-palestina, tendrá serias dificultades para realizar su trabajo. Y la mayoría ceden.

Queda, pues, una guerra más por ganar: la guerra mediática. Se requerirá coraje, valor y una voluntad firme de decir la verdad, superando los prejuicios y los estereotipos y haciendo bueno el aforismo de Orwell: “La libertad de expresión es decir lo que la gente no quiere oir”.


Fuente: Diario de América

 
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