Regresó a Israel proveniente de Argentina. En 1977 se enfrentó al decreto que legitimó la aplicación del aborto en Israel. Fue el iniciador de Efrat, institución que está guiando una fajina para la protección de los bebés. Ha recuperado, en estos años, a 17.000 vástagos de la masacre del aborto. Sólo el año pasado, la suma se elevó a 2.000 chavales.
Su institución persuade a las hembras frágiles para que no aborten y han manifestado la necesidad de "restaurar el derecho de escoger la vida". Los componentes de Efrat no titubean al tachar de "masacre silenciosa" los dos millones de críos abortados en Israel desde 1948, fecha de la constitución del Estado de Israel.
Schussheim ha conseguido, tras múltiples pugnas con el Consejo de los Rabinos de Israel, que se censuraran los abortos y que se instituyera una comisión para impulsar, en el Parlamento israelí, la práctica rigurosa de la actual reglamentación o la anulación de las prácticas abortivas.
Esperemos que en España surjan políticos de la talla de Eli Schussheim. La acción benefactora de Schussheim, recuerda a Schindler, aquel bienhechor de la Humanidad que decidió empeñar su dinero y su futuro en favor de la vida de una lista de hombres, mujeres y niños judíos ( lo hemos visto en el cine: "La lista de Schindler"). En una democracia verdadera, ¿no debe primar el derecho de todos a la vida, sancionado por la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948? ¿Qué tipo de democracias son aquellas en que la vida humana está desprotegida en alguna de sus fases? ¿podrá considerarse eso un signo de progreso, o al contrario?
Diariamente se asesinan en España cerca de 300 niños. Son abortados, extirpados y sus morfologías se destinan a la indagación, a la elaboración de cremas o al recipiente de la basura. ¿No es terrible y horrible? ¿Cómo respondemos ?
El aborto responde sobre todo a la ignorancia, presiones y soledad que sufren las madres embarazadas en apuros. La solución que se ha de dar, ¿no es ayudarlas, en lugar de empujarlas a masacrar al hijo? El aborto se cobra dos víctimas: el hijo, que muere asesinado, y la mujer-madre, que arrastrará el "síndrome post-aborto" durante toda su vida.
El abortar no es un derecho, es una agresión, un asesinato. Esta beligerancia por la existencia, se está extendiendo, primariamente, en Europa, Estados Unidos y los países hispanoamericanos. Allí han proliferado las iniciativas en defensa de las mujeres y de los chiquillos nonatos.
Fuente: Diario de las Américas