Yo, Judío
(Publicado en la Revista Megáfono, 3, Nro. 12, pág. 60, Buenos Aires, Argentina. Abril de 1934.)
Como los drusos, como la luna, como la muerte, como la semana que viene, el pasado remoto es de aquellas cosas que pueden enriquecer la ignorancia. Es infinitamente plástico y agradable, mucho mas servicial que el porvenir y mucho menos exigente de esfuerzos.
Es la estación famosa y predilecta de las mitologías. ¿Quién no jugó a los antepasados alguna vez, a las prehistorias de su carne y su sangre? Yo lo hago muchas veces, y muchas no me disgusta pensarme judío. Se trata de una hipótesis haragana, de una aventura sedentaria y frugal que a nadie perjudica, ni siquiera a la fama de Israel, ya que mi judaísmo era sin palabras, como las canciones de Mendelssohn.
Crisol, en su numero del 30 de enero (1934), ha querido halagar esa retrospectiva esperanza y habla de mi ''ascendencia judía maliciosamente ocultada'' (el participio y el adverbio me maravillan).
Borges Acevedo es mi nombre. Ramos Mejia, en cierta nota del capitulo quinto de Rosas y su tiempo, enumera los apellidos portenos de aquella fecha para demostrar que todos, o casi todos, "procedían de cepa hebreo-portuguesa".
Acevedo figura en ese catalogo: único documento de mis pretensiones judías, hasta la confirmación de Crisol. Sin embargo, el capitán Honorio Acevedo ha realizado investigaciones precisas que no puedo ignorar. Ellas me indican el primer Acevedo que desembarcó en esta tierra, el catalán don Pedro de Acevedo, maestre de campo, ya poblador del "Pago de Arroyos'' en 1728, padre y antepasado de estancieros de esta provincia, varón de quien informan los Anales del Rosario de Santa Fe y los documentos para la historia del Virreinato-abuelo, en fin, casi irreparablemente español.
Doscientos años y no doy con el israelita, doscientos años y el antepasado me elude. Estadísticamente los hebreos eran de lo más reducido.
¿Qué pensaríamos de un hombre del año cuatro mil, que descubriera sanjuaninos por todos lados?
Nuestros inquisidores buscan hebreos, nunca fenicios, garamantas, escitas, babilonios, persas, egipcios, hunos, vándalos, ostrogodos, etíopes, dardanios, paflagonios, sármatas, medos, otomanos, beréberes, britanos, libios, cíclopes y lapitas.
Las noches de Alejandría, de Babilonia, de Cartago, de Menfis, nunca pudieron engendrar un abuelo, sólo a las tribus del bituminoso Mar Muerto les fue deparado ese don.
Jorge Luis Borges
Borges volvería siempre a responder con contundencia cada vez que se cuestionó su posible ascendencia judía. Estudiosos aseveran que para él, la posibilidad de pertenecer al errante pueblo de Israel nunca supuso un motivo de ignominia o mancillamiento, sino por el contrario, una razón para el alborozo y el regocijo intelectual.
Muchos años después, el 14 de enero de 1978, Borges en una entrevista publicada por el diario venezolano, El Universal, dijo esta frase que posteriormente no ha dejado de ser citada. expresó: “Siempre lamenté no ser judío”.