PARA LEER CON MAYOR COMODIDAD PODES

Podría suceder en cualquier otra , por Mark Steyn



Durante los 10 meses anteriores a esta atrocidad, terroristas musulmanes mataron a más de 200 personas en la India, y nadie se escandalizó.

Siempre que los terroristas atacan, los analistas de los medios de comunicación pasan a modo Sherlock Holmes, examinando metafóricamente con lupa la escena del crimen en busca de rastros, como si la forma de solucionar el misterio fuera encajar todas las pistas. Los hombres armados de Bombay secuestraron a turistas británicos y estadounidenses. ¡Luego tiene que tratarse de un ataque contra occidentales!

No es así, decía Fareed Zakaria, de Newsweek. Si quisieran hacer eso, habrían atacado el Hilton, o el Marriott, o cualquier otra cadena hotelera orientada a los pudientes. El Taj y el Oberot son propiedad los dos de indios, y lugares en donde se consume alcohol populares entre los hindúes ricos.

De acuerdo, ¿qué hay de este grupo que reivindicó la autoría del atentado? El Deccan Mujahideen. Como preguntaban miles de presentadores televisivos la noche del miércoles, "¿Que sabemos de ellos?”

Estoooo, bueno, nada de nada. Porque no existían antes de difundir la circular de prensa. “Deccan” es el nombre de la extensa meseta que cubre la mayor parte de la península triangular que constituye la mitad inferior del subcontinente indio. Viene del sustantivo “dakkhin," que en las lenguas modernas del Indico significa "sur”. Lo cual no significa nada en absoluto. Llamarte “Deccan Mujahedeen” es como llamarte "Frente de Liberación de la Plataforma Continental”.

De acuerdo. ¿De manera que significa que esta operación estaba relacionada con al-Qaida? Bien, no. No si por "relacionada" usted se refiere a una delegación formal que coordina sus actividades con una oficina central corporativa.

No es un panorama tipo una cosa o la otra. Sí, los terroristas seleccionaron como objetivos hoteles propiedad de locales. Pero seleccionaron a británicos y estadounidenses como rehenes. Sí, atacaron emblemas de prestigio urbanos como Victoria Terminus, una de las estaciones de ferrocarril más espléndidas e históricas del mundo. Pero también atacaron un desconocido centro de la comunidad judía. El proyecto imperialista islámico es una ideología totalitaria: está en guerra con los hindúes, los judíos, los estadounidenses, los británicos, y todo aquel que no sea ellos.

Durante los 10 meses anteriores a esta atrocidad, terroristas musulmanes mataron a más de 200 personas en la India, y nadie se escandalizó. La vida sigue, lamentablemente. En Bombay, los autores materiales fueron más cautos. Lanzaron un ataque múltiple indiscriminado contra objetivos con escasa defensa, y a continuación empezaron a seleccionar entre la confusión una presa preferente: no sólo turistas occidentales ricos, sino judíos ortodoxos, y funcionarios municipales del orden. Atrajeron a funcionarios destacados a los lugares elegidos, y a continuación abatían a la cabeza del escuadrón de antiterrorismo y dos de sus lugartenientes más veteranos. Atacaron un hospital, el lugar al que se supone llevas a las víctimas, desestabilizando así la red de respuesta a las urgencias de la ciudad.

Y, aparte de docenas de cadáveres, se vieron recompensados con un daño económico instantáneo y tangible a la India: la Bolsa de Bombay seguía cerrada el viernes y el equipo de cricket de Inglaterra cancelaba su visita (un acto vergonzoso).

Lo relevante del modelo de Bombay es que funcionaría exactamente igual de bien en cualquier ciudad de segunda fila de cualquier estado democrático: secuestra múltiples objetivos sin defensa, y a continuación desborda la infraestructura municipal hasta tal punto que el plan de emergencias simplemente es desbordado por la magnitud de los acontecimientos. Inténtelo, por ejemplo, en la Nueva Orleáns del alcalde Nagin. Todo lo que usted necesita es la mano de obra. Teniendo en cuenta la cantidad de hombres armados, hubo claramente un componente local significativo. Por otra parte, tanto si la profundamente siniestra mano de Pakistán había dejado su rastro por todas partes como si no, parece improbable pensar que no hubo implicación externa. Después de todo, si usted se detiene en cada frente yihadista desde los atentados del metro de Londres hasta la insurgencia iraquí, va a encontrar chavales locales y extranjeros. Eso se da bastante por sentado.

Pero nosotros corremos el riesgo de que los árboles nos impidan ver el bosque. El bosque es la ideología. Es la ideología que determina si usted va a poder encontrar o no los suficientes individuos jóvenes en su vecindario dispuestos a calzarse un cinturón de explosivos o (bastante más prometedor como carrera con futuro) agarrar al menos un AK-47 y ametrallar la recepción de un hotel. O, si los terroristas activos andan algo escasos por el barrio, si usted puede contar al menos con cierto grado de amplio apoyo sobre el terreno. Se encuentra usted sentado en alguna capital extranjera distante, pero tiene usted en mente llevar a cabo una operación de estilo Bombay en, digamos, Ámsterdam o Manchester o Toronto. ¿Por dónde empezaría? Fácil. Conoce las mezquitas radicales, y las demás organizaciones ideológicas radicales. Ya tiene usted recorrido medio camino.

Entrar en debates acerca de si son los “Deccan Mujahideen”, o Pakistán, o al-Qaida, o la Lashkar-e-Taiba, es pasar por alto la idea. Es un argumento por eliminación. Podrían ser todos, o podría no ser ninguno de ellos. La ideología ha sido sembrada con tanto éxito por todo el mundo que nadie necesita una nota del cuartel general corporativo para actuar: existen tantos de estos subgrupos y particulares que se solapan por todo el planeta de un millón diferente de formas. No es la Guerra Fría, con una reducida red de células durmientes controladas directamente por Moscú. No hay carnets de afiliación, solamente una ideología. Eso es lo que ha radicalizado hasta la fecha a las comunidades musulmanas moderadas de Indonesia y a los estados acabados en -están de Asia Central, pasando por Yorkshire, y se ha hecho cargo de lo que empezó más o menos como luchas nacionalistas convencionales en el Cáucaso y los Balcanes hasta convertirlas en simples tentáculos de la yihad global.

Muchos de nosotros, incluyendo a la administración Obama entrante, vemos esto como un asunto de la ley. Bombay es la escena de un crimen, de manera que cerremos el perímetro con cinta amarilla de la policía, enviemos al equipo de forenses y a continuación esperamos a que la justicia presente cargos.

Hay una fotografía que fue publicada en gran parte de la prensa británica, tomada por un cámara de Reuters e ilustrada por la agencia de noticias como sigue: “Un presunto hombre armado se dirige a los exteriores del edificio de la estación Chhatrapati Shivaji o Victoria Terminus”. La foto del "presunto hombre armado" muestra a un hombre que sostiene un arma. No sabemos gran cosa acerca de él -- podría ser musulmán o episcopaliano, podría ser lo mismo una víctima pobre y sin educación de la opresión económica colonialista occidental, como el ex vicepresidente de Lehman Brothers embarcándose en un excitante cambio profesional llegada la madurez -- pero una cosa que deberíamos ser capaces de poder decir con seguridad es que el hombre que sostiene apuntando un arma de fuego no es un "presunto hombre armado," sino un hombre armado. “Esta clase de corrección política estúpida contagia a los periodistas y los servicios de prensa de todo el mundo," escribe John Hinderaker, de Powerline. "Creen estar siendo sensibles -- el hombre no ha sido procesado por tenencia de armas aún -- cuando en la práctica simplemente están siendo absurdos. Pero el convencimiento irracional de que no se puede saber nada a menos que haya sido determinado ante un tribunal y un jurado no es solamente estúpido, es peligroso”.

Exactamente. No es un asunto de implementación de la ley, sino un ataque ideológico -- y nosotros estamos combatiendo los síntomas, no la causa. Los imperialistas islámicos quieren una sociedad islámica, no sólo Palestina o Cachemira, sino Holanda y Gran Bretaña también. Las posibilidades que tienen de lograrla se calculan en función del avance de la ideología entre la población musulmana general, y el avance demográfico de la población musulmana general entre todos los demás.

De forma que Bush es historia, y tenemos un presidente nuevo que promete curar el planeta, y aun así los yihadistas parecen no haber recibido el mensaje de Obama de que no existe ningún enemigo, solamente amigos con los que no hemos celebrado conversaciones sin precondiciones. Esto no va de repudiar los años Bush, ni de retirarse de Irak, ni siquiera de liquidar a Israel. Es mayor que eso. Y si no tienes una estrategia para combatir la ideología, vas a perder.

Vaya, lo lamento. Quiero decir "presunta ideología”.

Fuente: Diario de América

 
ir arriba