El papel ridículo de la ONU
Ya es bastante grave asistir al alarmante aumento de la violencia contra Israel como para tener que constatar que los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU ni siquiera son capaces de expresar una condena elemental ante el asesinato de un grupo de escolares inocentes en pleno centro de Jerusalén.
En efecto, no debería haber muertes que merezcan una mayor consideración que otras, pero tampoco hay gestos políticos que valgan más que una vida.
La violencia terrorista es un mal en sí misma, nunca puede ser justificada y no puede tener color.
Los muertos de Gaza tampoco deberían tenerlo, ni los israelíes que han sido alcanzados por los cohetes palestinos. La violencia no conduce a nada; las posiciones políticas hipócritas, tampoco.
Si este fiasco de la ONU era una señal de las posibilidades de reanudar la negociación de la paz en Oriente, no podía haber peores augurios.
La ONU afronta, cada vez con más frecuencia, este tipo de situaciones, en las que se imponen ciertos bloqueos en contra del más elemental sentido común. Cada vez es más patente la necesidad de convertir a la organización en un mecanismo en el que no quepa más que la defensa de los principios esenciales en los que se basa el progreso de las sociedades civilizadas, en vez de seguir negociando con ellos en nombre de criterios políticos no siempre presentables.
Fuente: ABC
En efecto, no debería haber muertes que merezcan una mayor consideración que otras, pero tampoco hay gestos políticos que valgan más que una vida.
La violencia terrorista es un mal en sí misma, nunca puede ser justificada y no puede tener color.
Los muertos de Gaza tampoco deberían tenerlo, ni los israelíes que han sido alcanzados por los cohetes palestinos. La violencia no conduce a nada; las posiciones políticas hipócritas, tampoco.
Si este fiasco de la ONU era una señal de las posibilidades de reanudar la negociación de la paz en Oriente, no podía haber peores augurios.
La ONU afronta, cada vez con más frecuencia, este tipo de situaciones, en las que se imponen ciertos bloqueos en contra del más elemental sentido común. Cada vez es más patente la necesidad de convertir a la organización en un mecanismo en el que no quepa más que la defensa de los principios esenciales en los que se basa el progreso de las sociedades civilizadas, en vez de seguir negociando con ellos en nombre de criterios políticos no siempre presentables.
Fuente: ABC