Martin Varsavsky cree que los actuales acontecimientos de violencia en Oriente Medio obligan a analizar su historia reciente y a desmentir una percepción generalizada en Occidente respecto a los conflictos en el mundo árabe, según la cual la gran cantidad de víctimas musulmanas son víctimas de israelíes y norteamericanos.
ORIENTE MEDIO HA SIDO HISTÓRICAMENTE para Europa una región misteriosa y difícil de entender. Es quizás por eso que frecuentemente los medios españoles tienden a simplificar los conflictos en la región entre buenos y malos. Los buenos, las víctimas, los mártires, son en general los árabes, y los malos son los israelíes y estadounidenses.
En este sencillo e incorrecto retrato al mundo árabe se lo pinta como uno e indivisible. Sin embargo, la repetición de acontecimientos tan trágicos como los de los últimos días en la Franja de Gaza o en los campos de refugiados palestinos de Líbano nos obligan a adentrarnos un poco más en esta región; a tratar de entender su complejísima trama política, religiosa y económica y a descubrir que la imagen que pintan los medios españoles está muy lejos de ser realidad. Esto se ve especialmente ahora en que estamos viviendo tres guerras civiles árabes. La guerra entre Al Fatah y Hamas, la de los libaneses contra los palestinos y la guerra entre suníes y chiíes.
LAS CIFRAS DE UNA VASTA REGIÓN
Entremos un poco en las complejidades de esta región. Oriente Medio, llamado también Próximo Oriente o Medio Oriente, es la parte del mundo que comprende la Península Arábiga, Mesopotamia y Palestina, a la que frecuentemente se le agrega la África musulmana y todos los países musulmanes que llegan hasta China, Rusia e India y que hoy es ocupada por 21 Estados.
Pero además de diferentes países, Oriente Medio está compuesto por otras divisiones, que pesan más que cualquier división política. Allí conviven más de 400 millones de personas que hablan más de 25 lenguas y dialectos y pertenecen a más de 40 etnias y religiones.
A nivel económico hay países en los que la pobreza alcanza a la mitad de la población (45 por ciento en Yemen, 44 por ciento en Egipto), y el número total de pobres es de 52 millones de personas (cifra que aumenta a 95 millones si el indicador de pobreza se sube de 2 a 3 dólares PPA). Además, 44 millones de personas en el Medio Oriente no tienen acceso a agua potable, 96 millones no tienen acceso a higiene y la tasa de desempleo es la más alta del mundo.
DISPUTAS SIN FIN
El resultado de este complejo conjunto de similitudes, cruzamientos, realidades y diferencias es hoy –entre otras cosas– una serie de conflictos que parece no tener fin. Que resultan tan difíciles de entender desde Occidente como tan serias y profundas son sus consecuencias para la región (y para el mundo). No sólo desde la perspectiva de la posibilidad de una vida digna y el desarrollo humano sino –lisa y llanamente– desde la supervivencia.
Porque el hecho es que los conflictos internos al mundo árabe, han generado una cantidad monstruosa y cruel de víctimas. Al extremo que incluso la gravedad y la injusticia del conflicto palestino-israelí y la invasión norteamericana de Irak son conflictos menores cuando se comparan con la cantidad de muertes y desgracias que ocurren por estas diferencias y enfrentamientos entre musulmanes.
TRÁGICAS CONSECUENCIAS
Según datos de la Oficina para Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), en la guerra civil iniciada por Hamás y Fatah en la Franja de Gaza y Cisjordania, han muerto más de 400 palestinos en los últimos 14 meses. Y en los tres primeros meses de este año, 119 palestinos murieron por disparos de otros palestinos, lo que contrasta con los 34 fallecidos a manos de las tropas israelíes.
Según una investigación del The Washington Post, en 2005 la rivalidad entre sunitas y chiítas en Irak llegó a provocar más de 1.300 muertos en siete días. Y se calcula que sólo en lo que va de 2007 las muertes registradas por este conflicto (entre civiles y militares) ascienden a 7.728.
En Argelia, la guerra civil encubierta entre el ejército y los grupos armados islamistas causó entre 1992 y 2003 más de 150.000 muertos. En la guerra Irak-Irán, entre 1980 y 1988, murió un millón de personas y casi dos millones resultaron heridos. Y en Afganistán, la guerra civil que comenzó en 1973 y los enfrentamientos de las guerrillas y grupos fundamentalistas, han cobrado un mínimo de 1.000 víctimas mortales por año y provocado más de dos millones y medios de refugiados.
Sudán se ha visto desgarrado por guerras civiles intermitentes desde el momento en que se independizó de Gran Bretaña en 1956. Los conflictos, originariamente de carácter étnico, se han convertido en luchas religiosas (entre los árabes musulmanes del Norte y los africanos cristianos y animistas del Sur), generando un espiral de violencia que ha sumido al país en una crisis de dimensiones incalculables. En 2003, alrededor de 4,5 millones sudaneses permanecían sin hogar (viviendo en la pobreza como refugiados o desplazados), más de dos millones y medio de personas habían muerto y otras tantas corrían el riesgo de perecer de hambre. Y si bien se ha firmado un convenio de paz, la violencia ha seguido presente en algunas regiones del país. Especialmente en la provincia de Darfur, donde se vive una de las mayores crisis humanitarias de los últimos años.
Las consecuencias del nacionalismo kurdo y su lucha contra Turquía, Irán, Irak y Siria son también trágicas. El conflicto kurdo ha cobrado más de 35.000 muertos en Turquía desde que el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) se alzó contra el poder central de Ankara en 1984. Y en quince años hubo más de 400.000 kurdos muertos en Irak.
El conflicto del Norte de Líbano, entre las Fuerzas Armadas de Líbano y la organización palestina Fatah al-Islam es la peor lucha interna en Líbano desde la guerra civil de 1975-1990 en la que murió el 7 por ciento de la población, unas 200.000 víctimas. Desde que se inició el conflicto en Mayo de este año, más de 130 personas han muerto de forma violenta y entre 3.000 y 8.000 civiles palestinos permanecen atrapados en el campo de refugiados de Nahr al Bared a causa de los combates entre el ejército libanés y miembros del grupo armado islamista.
LA INTERVENCIÓN EN IRAK
La fatalidad, la tragedia y la estupidez de la guerra no pueden medirse en vidas humanas. Sin embargo, a veces es necesario dar números para que nos demos cuenta realmente de la dimensión de los conflictos. El mundo árabe y musulmán se desangra hoy por los genocidios, las guerras civiles, el terrorismo, la religión, la búsqueda de justicia, la ambición, la corrupción de sus líderes y la pobreza de sus sociedades. La situación es desesperante. Y lo más escalofriante es que esto sucede en el seno de un conjunto de pueblos que supo considerarse en algún momento una misma nación.
Tal como sostiene Shlomo Ben Ami, el mundo árabe y musulmán está viviendo varios enfrentamientos simultáneos. Por un lado, el del autoritarismo laico y nacionalista de los regímenes pro-occidentales (como Mubarak en Egipto, Hasan II y Mohamed V en Marruecos, y Abdullah II en Jordania) con la democracia islamista (como el triunfo electoral de Hamás en Palestina o de Hermanos Musulmanes en Egipto). Por el otro, el de suníes (que rigen Arabia Saudí) y chiíes (apoyados por el régimen islámico de Irán y con creciente influencia en Irak, Líbano y Gaza).
Lo que ha hecho la intervención estadounidense en Irak es intensificar esta dinámica regional. Y es previsible que ésta se intensifique aún más tras la finalización de la operación militar. Pienso que la invasión de Irak fue un error ético y militar enorme por parte de Estados Unidos pero al mismo tiempo quiero explicar que este conflicto es uno de los tantos que afecta la zona.
Además difícil de entender cómo puede ser que si Irak está invadido y que la lucha en Irak es –supuestamente– una lucha de liberación, los oprimidos se maten mucho más entre ellos que al invasor.
PANORAMA POCO ALENTADOR
La situación de Irak podría derivar en un gran enfrentamiento saudí- iraní, y existe también un grave riesgo de que el vacío de poder creado en Irak tras la intervención militar de Estados Unidos termine fusionando el conflicto árabe-israelí, el de Irak y el de Afganistán en una única mega-crisis regional. O podría ser al revés: que el enfrentamiento de Hamás y Fatah en Palestina fuerce la intervención militar de Israel y esto provoque el ataque del grupo extremista chií Hezbola (con una posible intervención de Siria) y que la situación en Israel también empeore.
Pero el problema más grave es, posiblemente, el ascenso y la difusión del yihadismo (del yihad, que significa guerra santa) como aglutinador, homegeneizador y unificador del pensamiento radical islámico (que no es lo mismo que el islamismo). Esto complicaría aún más la trama de los conflictos, enfrentamientos y muerte en la región, tal como lo demuestra el surgimiento en enero de este año de la organización Al Qaeda para el Magreb Islámico, responsable de los atentados de abril en Argel, en los que al menos fallecieron 23 personas y 162 resultaron heridas. Subordinado a Al Qaeda, este grupo persigue el presunto objetivo de Al- Qaeda de reunir a todos los musulmanes bajo un mismo gobierno regido en forma estricta bajo la ley islámica y establecer un nuevo orden mundial.
Como vemos el panorama del mundo islámico es muy poco alentador y contrariamente a lo que creen los lectores de los medios españoles la gran cantidad de víctimas musulmanas no son víctimas ni de los israelíes ni de los norteamericanos sino de otros musulmanes.
Fuente: Safe Democracy Foundation