Hasta ahora, yo era renuente a hacer públicos mis sentimientos sobre el delicado tema de la "herencia" de Rabin. Lo hago ahora porque quedé enfurecido con la manera cínica y hasta obscena en la que la memoria de un primer ministro asesinado se ha transformado en un culto para promover objetivos políticos a los que Rabin estaba absolutamente opuesto, aún en el apogeo del "período Oslo" de su carrera. Peor aún, su nombre está siendo explotado para intensificar divisiones, crear odio y demonizar colectivamente y transferir la culpa de un malvado asesino demente a sectores de la sociedad respetuosos de la ley.
En el curso de mis años como dirigente en la diáspora, antes de hacer aliá, tenía una considerable interacción con Rabin, cuando él era Primer Ministro y Ministro de Defensa. En mis visitas frecuentes a Jerusalem, Rabin dedicaba el valioso tiempo que le quedaba libre para tener conversaciones personales en privado.
Como australiano, yo encontraba su franqueza refrescante y desarrollé un vínculo cordial con él. A él le molestaban las charlas cortas y se inclinaba a decir lo que tenía en mente sin censura. Así era la naturaleza de este hombre.
Me gusaba Rabin. No era un "intelectual" pero contrariamente a lo que dicen algunos de sus críticos de derecha, aún cuando él estaba equivocado en su manera de pensar, lo motivaba el patriotismo genuino y un deseo de actuar defendiendo de la mejor manera los intereses de la nación.
Oslo demostró que Rabin no estaba en lo correcto. Fue ampliamente reconocido desde el comienzo que Shimon Peres, Yossi Beilin y sus secuaces lo habían encausado a él en las políticas de aval que más adelante le iban a dar conflictos con sus posturas a largo plazo. A medida que se empezó a desarrollar el proceso, él se volvió cada vez más impaciente, inflexible, y agresivo hacia sus críticos.
Como la mayoría de los dirigentes de la diáspora de esa época, con algunas reservas, estuve poco predispuesto a criticar las políticas de seguridad del gobierno electo y preferí permanecer al margen, incluso a veces hasta defendí públicamente al gobierno. Sin embargo, en el transcurso de mis reuniones privadas con Rabin le hice saber mi creciente preocupación. Recuerdo claramente que él me contestó en repetidas oportunidades que Oslo era una "apuesta", pero que él se sentía obligado a asumir el desafío."Si fracasa" dijo "vamos a tener libertad de acción para volver todo atrás". Mirando esto en retrospectiva, me resulta difícil aceptar que el realmente creyera lo que estaba diciendo.
Por lo tanto, queda claro que a pesar de sus mejores intenciones, Rabin hizo una apuesta, corrió el riesgo y fracasó. Como consecuencia de esto la nación pagó un altísimo y amargo precio. Desde Oslo 1400 israelíes fueron asesinados y 20000 heridos de diversa gravedad. A pesar de la cantidad de concesiones unilaterales que hemos hecho, tenemos la posición geopolítica más baja de todos los tiempos. Más allá de eso, hemos cometido tremendos errores irremediables como literalmente "resucitar" a Arafat en el momento en que, a raíz de la primera Guerra del Golfo, se había convertido efectivamente en un cadáver político, incluso odiado y denigrado por los propios árabes.
Para empeorar las cosas, Rabin solo podía llevar adelante Oslo permitiendo uno de los más cínicos actos de corrupción política en la historia de Israel, descaradamente sobornó a los tibios miembros de la oposición con el fin de lograr la mayoría en la Knesset. Por lo tanto resulta verdaderamente surrealista, año tras año, escuchar discursos rebuscados exaltando a Rabin y tergiversando el "supuestamente glorioso legado de Oslo" e hipócritamente gritando a los 4 vientos que él fue el primero en lograr un histórico avance y un cambio radical en las negociaciones de paz con los árabes. Promoviendo semejantes fantasías le hacemos poco favor a la memoria de Rabin.
Me enfurece más todavía cuando el Primer Ministro Olmert, el Presidente Peres y activistas de "Paz Ahora" tienen el descaro de afirmar que están implementando las ideas de Rabin. Sobre como hubiera actuado Rabin hoy de no haber sido herido de muerte por el asesino es materia tan solo de conjeturas. Algunos especulan que una vez que se hubiera dado cuenta que su apuesta en el desafío de Oslo fracasó, a pesar de sus raíces laboristas, hubiera dado marcha atrás a una instancia previa para iniciar una dura y resolutiva acción militar.
Sin embargo, lo que es seguro más allá de la esfera de las especulaciones, es que Rabin era un genuino sionista y despreciaba a los agitadores de Paz Ahora. Siempre mostró deshinibido desprecio hacia Beilin, Burg y los jóvenes radicales que dirigían el Partido Laborista a un Post-sionismo. Las duras críticas a Shimon Peres que aparecen en sus memorias hablan por si mismas.
En efecto, incluso en el momento más álgido de debate en Oslo, Rabin estaba diametralmente opuesto a las propuestas que emitian los que ahora se jactan de haber heredado su mandato. Por ejemplo en uno de los últimos discursos de la Knesset, el 5 de octubre de 1995, solo un par de días antes de su asesinato, en relación a las fronteras Rabin dijo: "No vamos a regresar bajo ningún concepto a los límites del 4 junio de 1967".
En lo referente a Jerusalem dijo, "En primer lugar y por encima de todo vamos a mantener a Jerusalem unida e indivisible como capital de Israel bajo soberanía israelí".
Sobre los asentamientos dijo: "Nosotros nos comprometemos de palabra ante esta Knesset a no evacuar ni uno solo de los asentamientos de judíos que se encuentran en la zona de conflicto y no obstaculizaremos las construcciones que sean necesarias dado el crecimiento natural de la población".
En este contexto, el Ministro Olmert y sus aliados que continuamente proclaman están materializando la visión de Rabin, hacen puro doble discurso Orwelliano.
Pero el problema va más allá de que ellos mientan diciendo que son los "herederos" de Rabin. Así como los partidarios de Oslo en su momento hipócritamente decían que la desaprobación de Oslo era una "provocación" en contra de Rabin, hoy también mucha de la legitima condena a las políticas de concesiones unilaterales del actual gobierno, son también apodadas como "provocación".
Para empeorar las cosas, sectores de la sociedad respetuosos de la ley, promueven la imagen colectiva sobre especialmente los judíos ortodoxos y los de los asentamientos, como cómplices inhumanos del asesinato de Rabin, y los promotores del culto a la personalidad de Rabin están siendo absolutamente responsables en promover a la incitación y a la difamación.
La prensa también se está comportando vergonzosamente dando exagerada importancia al miserable asesino y a su familia, y a los grupos marginales adoradores de otro asesino demente como Baruj Goldstein que claman por la libertad condicional del asesino de Rabin.
Claramente, el rol de estos despreciables grupos marginales se exagera desproporcionadamente de manera de tapar con esto las críticas legítimas y la libertad de expresión.
Independientemente que sea o no adecuado llamar a un minuto de silencio para conmemorar la memoria de un primer ministro asesinado en un estadio de fútbol, la irrespetuosa conducta del público que profanó ese minuto de silencio es un reflejo negativo de toda una nación. Pero dicho esto cabe aclarar que cualquier forma de incitación colectiva genera desagradables repercusiones.
Yitzjak Rabin debería recordarse como un Primer Ministro asesinado que sirvió a su país con distinción como un líder, comandante militar y diplomático. Sin embargo ese homenaje debería ser apolítico y promover armonía y unidad, expresando una trágica pérdida nacional evitando que sea utilizado para dividir al pueblo y como medio de oportunismo político.
Esta creo, es la forma con la que la abrumadora mayoría de los israelíes quisiera honrar la memoria de Yitzjak Rabin.
Isi Leibler es ex presidente de la Junta Directiva del Congreso Judío Mundial y un experimentado dirigente judío.