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Legitimar el terrorismo no es lograr la paz, por GEES



Hay que salvar a los palestinos de Hamás. Pero parecemos dispuestos a hacer lo contrario. Palestina no existe para la banda terrorista. Puede haber sido elegida democráticamente en Gaza, pero sin reconocer la propia autoridad que supuestamente representa.

El progresismo reinante no es muy inteligente, aunque sea listillo, pero la tergiversación de valores y razones que se están manifestando con objeto de la guerra contra el terrorismo en Gaza es, incluso para los estándares posmodernos, insólita. La UE tiene a Hamás por un grupo terrorista pero, una vez que Israel está a punto de culminar sus objetivos militares, se mueven más que nunca los cosechadores de fama para ser los primeros en esgrimir un plan de paz, formalmente atribuido a Egipto. Muy bien. Pero a condición de tener en cuenta un par de advertencias sobre el terreno que se pisa y de garantizar la tranquilidad del orden, o sea la justicia, a la que San Agustín aludía como requisito para una paz verdadera.

Nizar Rayan, matado por Israel hace unos días y jefe de la sección de asesinos suicidas de Hamás, creía innecesario un alto el fuego duradero con Israel, porque a las fuerzas islámicas no les tomaría demasiado tiempo erradicar a la "entidad sionista". Por ello, su bestia negra no era el Mossad, ni la CIA, sino Fatah, movimiento cuyas raíces terroristas en la OLP eran insuficientes, a sus ojos, para hacerlos pasar por otra cosa que unos traidores moderados. Jaled Meshal, líder de Hamás, dice a todo el que quiera oírle que "cualquiera que piense que Hamás va a cambiar, se equivoca".

La agencia de las Naciones Unidas que opera en Palestina clasifica como refugiados a los que originalmente debieron abandonar sus hogares, como consecuencia de las guerras declaradas por los países árabes a Israel y a sus descendientes. El dinero de esta agencia procede de los Estados Unidos en un 31% y cerca de un 50% de la UE. De modo que nos ocupamos de financiar con nuestro dinero la dependencia, quizá pobre y escasa, pero garantizada de la población de Gaza. A cambio, proporcionamos a una multitud de jóvenes radicalizados tiempo libre para sus ocupaciones, entre las que puede encontrarse la yihad. Sobre este fondo y para mejorar el espectáculo, Hamás ha reintroducido la crucifixión como sistema de castigo y, como indica Serafín Fanjul, se dedica de todos modos a hacer justicia a su manera, liquidando a las mujeres que no tienen la suficiente compañía masculina al pasear. De modo que la UNRWA, aun cuando sea llena de buenas intenciones, acaba financiando la guerra contra los judíos por un lado, y la de Hamás contra los palestinos, por otro.

¿Cuál es la reacción de Occidente ante esto? Disculpar siempre primero al más violento de entre los déspotas, al más cruel de entre los terroristas, y orillar a los más moderados. Occidente ha entrado en una demencial carrera por tolerar la destrucción de los derechos humanos en el exterior y encima, decir una buena palabra en nombre de los más brutales y crueles de sus violadores.

La consecuencia es el abandono de los más débiles, en este caso, los palestinos. Como ha afirmado Bernard Henri Levy, hay que salvar a los palestinos de Hamás. Pero parecemos dispuestos a hacer lo contrario. Palestina no existe para la banda terrorista. Hamás puede haber sido elegido en Gaza, pero sin reconocer la propia autoridad que supuestamente representa. No sólo no la reconoce, sino que se la carga. La Hermandad Musulmana, a la que pertenece, es más bien un organismo al que le gustan los califatos, y no las naciones-Estado. Sustituye el "proletarios del mundo uníos", por el lema, "yihadistas del mundo, uníos".

¿Qué tipo de Estado quiere entonces Hamás para Palestina? Ninguno. Simplemente lo usa para el martirio y el logro de un bien mayor. No se trata de un conflicto territorial. Como lo demuestra lo poco que le importa la unilateral retirada israelí de Gaza en 2005.

La frívola presunta búsqueda de neutralidad por los líderes occidentales y los medios se ha convertido en una hoja de parra para ocultar el más grave de los crímenes: la legitimación del terrorismo.

¿Es sólo la ignorancia la que lleva a nuestra elite progresista a legitimar el terrorismo, o es que obtiene algún extraño placer posmoderno en ello?

Fuente: Libertad Digital - GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.

 
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