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Bahía de Cochinos en Gaza



Gracias al respaldo iraní, Hezbolá cuenta ahora con cohetes de mayor alcance, capaces de llegar a cualquier punto de Israel. No es el único peligro para los judíos. En estos momentos Hamas controla toda la zona de Gaza y tiene la capacidad de lanzar cohetes a las poblaciones israelíes cercanas.

De esta forma, en cualquier momento Israel podría verse entre dos fuegos. Hay culpables evidentes de lo que está ocurriendo. En primer lugar Irán y Siria. Pero hay otro gobierno que tiene una gran responsabilidad en el hecho de que Hamas, declarada una organización terrorista por Estados Unidos, haya adquirido tal control de la zona. No se trata de un enemigo del pueblo judío, sino de su aliado tradicional: el gobierno de Washington ha actuado con tal torpeza, que se habla de una repetición de lo ocurrido en Bahía de Cochinos, Cuba, o de otro caso Irán-Contra.

Lo singular no es el empecinamiento de las diversas administraciones norteamericanas en repetir la historia, y una y otra vez recurrir a un hombre fuerte, sin importarle el historial de asesinatos que carga, como la solución a los problemas. Lo que llama la atención es la falta de interés en evitar repetir los errores.

Mohammed Dahlan nació en un campamento de refugiados, participó en la primera intifada, dice haber estado cinco años preso en una cárcel israelí, dirigió la más temida fuerza paramilitar, el Servicio de Seguridad Preventiva, de la Autoridad Palestina, y llegó a ser asesor de seguridad nacional del presidente palestino Mahmoud Abbas. También se le conoce haber colaborado con la CIA y el FBI. Tiene fama de torturador y asesino. El presidente George W. Bush lo ha elogiado en público y en privado lo considera "líder bueno y de gran entereza''.

La revista Vanity Fair obtuvo documentos confidenciales, luego corroborados por fuentes dentro de los gobiernos norteamericano y palestino, que muestran la existencia de una iniciativa para llevar a cabo una acción encubierta, aprobada por Bush y puesta en práctica por la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, y el asesor adjunto de Seguridad Nacional, Elliott Abrams (condenado durante el escándalo Irán-Contra), destinada a desatar una guerra civil en Palestina.

El plan contemplaba que fuerzas comandadas por Dahlan, con armamento moderno suministrado mediante la intervención de Estados Unidos, brindara al partido Fatah el poder necesario para sacar del poder al gobierno encabezado por Hamas, electo popularmente.

Lo que Washington concibió fue llevar a cabo un golpe de Estado, luego de que presionara para la celebración apresurada de unas elecciones para las cuales el partido de su elección, Fatah, no estaba aún preparado. Pese a que Fatah había advertido a la Casa Blanca de la casi segura derrota, debido al reinado de corrupción creado por el fallecido líder palestino Yasser Arafat y la división dentro de la organización, Bush insistió en llevar a cabo el proceso electoral.

''Todo el mundo estaba en contra de las elecciones'', afirma Dahlan en Vanity Fair. Todo el mundo, salvo el presidente norteamericano.

La elección se celebró y Hamas obtuvo el 56 por ciento de los asientos en el Consejo Legislativo. Pocos habían considerado la posibilidad de esta victoria, dentro del Departamento de Estado, y no había un plan de contingencia al respecto.

Con el apoyo de Rusia, la Unión Europea y Naciones Unidas, se exigió que el gobierno de Hamas renunciara a la violencia, reconociera el derecho de Israel a existir y aceptara los términos de todos los acuerdos anteriores. Cuando esto no ocurrió, se cortó la ayuda a la Autoridad Palestina. Los principales perjudicados fueron los miembros de Fatah, cuya policía y cuerpos de seguridad dejaron de cobrar sus salarios. Hamas, mientras tanto, continuó recibiendo fondos del gobierno de Irán.

A la torpeza política, que permitió la llegada al poder, mediante un proceso electoral fuera de tiempo, a una organización terrorista, siguió el peor manejo de la crisis. Durante su primera reunión con Dahlan, en el 2003, Bush había dicho: ''El es nuestro hombre''. Washington entonces decidió prometerle a quien representaba su última esperanza en la zona armamento moderno y entrenamiento para las tropas. Lo que vino a continuación fue una historia similar y una y otra vez repetida: acudir a otros países como intermediarios, promesas sin cumplir y fondos demorados o no aprobados en el Congreso. Un gobierno de coalición tuvo una corta vida, debido a diversas filtraciones en los periódicos de la existencia de un Plan B, elaborado por Estados Unidos, para que el gobierno de Abbas adquiriera el control absoluto de la zona de Gaza.

Al final Dahlan tuvo que viajar a Berlín, para someterse a una operación en ambas piernas. Su ausencia desmoralizó aún más a las tropas fieles a Abbas y Hamas terminó adueñándose, en menos de cinco días, de todos los edificios que hasta entonces permanecían en poder de las fuerzas de seguridad de Fatah. Los últimos cien miembros del temido Servicio de Seguridad Preventiva escaparon en botes de los pescadores del lugar.

Abbas dijo en julio pasado que los líderes de Fatah y los funcionarios de seguridad responsables por la caída de Gaza a manos de Hamas serán castigados. Pero ni Abbas ni sus asistentes mencionaron nombres. Dos días antes se había conocido la renuncia de Dahlan como asesor nacional de seguridad.

La crítica más reciente de lo ocurrido en Gaza viene de una fuente inesperada. El ex embajador designado por Bush a Naciones Unidas, John Bolton, expresó que confiar en gente como Dahlan fue ''un fracaso institucional, un fracaso estratégico''. No pocos palestinos de Fatah deben estar pensando lo mismo, pero con un culpable diferente.

El fracaso tiene otro nombre: George W. Bush.

Fuente: El Nuevo Herald


 
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